Emigrar: ¿Un riesgo para tu salud mental? | YoEmigro.com

Emigrar: ¿Un riesgo para tu salud mental?

Cuando le despidieron de su empleo como ingeniero en España, mi amigo M. decidió mudarse a Manchester para buscar trabajo.

Él ya había estado de Erasmus en Irlanda y sabía lo que era vivir en el extranjero. Además, pasar un tiempo en el Reino Unido había sido su sueño durante mucho tiempo: la ciudad de la luz, cuna de la cultura y del arte. Se marchó lleno de ilusión con sus ahorros de años. , según publican en trucoslondres.com.
Meses después, cuando quedamos en mi ciudad para tomar un café, me confesó que no estaba bien: no lograba encontrar trabajo, no sabía organizarse el tiempo, se distraía con fiestas y eventos culturales y no se centraba. Además, el idioma le estaba resultando muy difícil, buscar piso era una pesadilla y el clima se le hacía cuesta arriba.
– Esto no es una Erasmus, Marina – me dijo -. Es mucho más difícil de lo que creía.
¿Te suena esta historia? Emigrar a otro país para buscar trabajo no es un lecho de rosas desde el punto de vista social, económico y logístico… pero también es psicológicamente muy duro. En este artículo, te contaré cuáles son los procesos psicológicos que pueden dificultar tu experiencia en otro país, y cómo hacerles frente desde el principio para tener éxito en tus objetivos y disfrutar de la experiencia.

Cuatro problemas psicológicos a los que se enfrenta el emigrante

Los acontecimientos difíciles cuando uno emigra son muchos, pero pueden agruparse básicamente en cuatro procesos psicológicos:

  • Duelo: como emigrante tienes que despedirte de muchas cosas: no solo de tu familia y amigos, sino también de objetos personales, rutinas, lugares favoritos… Además, si emigras para buscar un trabajo que no encuentras en tu país, también tienes que abandonar proyectos y sueños. Esto desencadena una reacción normal de duelo y sensaciones de tristeza y vacío.
  • Estrés: desde la temida mudanza, hasta compartir piso, encontrar trabajo o adaptarte a vivir con poco dinero, emigrar está lleno de acontecimientos que demandan más energía y atención por tu parte, y que generan ansiedad.
  • Sobre estimulación: no solo tendrás que aprender el inglés o perfeccionarlo, sino descubrir desde cero cómo manejarte en situaciones cotidianas. Cuando yo viajé a EEUU, por ejemplo, perdí cincuenta dólares en el autobús porque no sabía que la máquina no da cambio. Además, puede que experimentes un shock cultural que a veces va acompañado de sensaciones de irritabilidad, desamparo o miedo a que te engañen y manipulen.
  • Disonancia cognitiva: así es como se llama la (desagradable) diferencia que percibes entre tus expectativas y la realidad. Puede pasarte con el entorno, como un conocido australiano que se mudó a Pamplona después de estar allí en San Fermín, y se encontró con que el resto del año la ciudad no tiene demasiada marcha; o contigo mismo, si te das cuenta de que no estás afrontando el desafío como creías que lo haría.

Ante esto, ¿qué puedes hacer?

Antes de emigrar: prepara el terreno

Tu aventura empieza en casa. Aunque es muy tentador lanzarse y pensar que ya lo averiguarás todo sobre la marcha, algunas acciones sencillas pueden liberar parte del estrés y la sensación de duelo que genera emigrar:

  • Crea ilusión: ¿Qué te apetece conocer de país al que vas a emigrar? ¿Qué monumento o región quieres visitar? ¿Qué delicioso alimento podrás comer cada día? ¿Qué novelas vas a leer en versión original cuando domines el nuevo idioma?
  • Establece objetivos y valores: fija tu mirada frente a ti, en lo que vas a descubrir y a ganar, y no solo en lo que pierdes o en aquello de lo que huyes.
  • Planea: qué documentación necesitas, dónde vas a quedarte, cómo organizarás tu búsqueda de trabajo, con qué personas puedes contar… Aunque te dé pereza, disminuirá mucho el estrés de las primeras semanas.
  • Aprende o practica la nueva lengua: aprende inglés por tu cuenta, en una academia, en cursos online o viendo películas subtituladas. Si vas a un país de habla no inglesa, no confíes en que “todo el mundo habla inglés”: dominar la lengua nativa te permitirá integrarte mejor en la cultura y reducir el shock cultural.
  • Ajusta tus expectativas: asume que vas a encontrarte con un desafío emocionante, pero que a ratos será

Una vez allí: lánzate… y cuídate

¡Ya has llegado! Entre la emoción, las ganas de explorar y los nervios, tus primeras semanas serán caóticas, pero también curiosas y divertidas. Empieza cuanto antes con algunas costumbres sencillas y harás más posible el éxito a largo plazo.

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  • Sumérgete en la cultura: aprende el lenguaje y las costumbres del país y disfruta de la sensación de aventura. No confundas “familiar” con “superior” (solo porque en tu país se haga de una forma no quiere decir que esté bien) y abre tu mente a nuevas maneras de hacer las cosas.
    Por ejemplo: en Estados Unidos no te quejes de la propina; disfruta de los amables camareros. En Noruega hace frío, pero la nieve es preciosa. En Berlín tendrás que pasar un “cásting” para que te escojan como compañero de piso, pero los alquileres no son tan caros como en otras capitales europeas. En Londres la comida local no es gran cosa, pero puedes encontrar restaurantes fantásticos de todo el mundo.
  • Libera estrés: imagínate a ti mismo como una olla a presión y busca momentos para “abrir la válvula”, aunque sea un poco. Expresa tus emociones: no tienes por qué dar a tus amigos y familia la imagen de que todo es perfecto y te lo estás pasando pipa si no es así. Muévete, sal al exterior, disfruta de las pequeñas cosas. Quítate las gafas de “bueno” o “malo” y juzga tus experiencias en función de lo que has aprendido de ellas.
  • Raciona la estimulación: así evitarás quemarte demasiado pronto. Busca un lugar donde estar a solas, incluso si compartes piso o habitación (puedes turnarte con tu compañero). Crea rutinas: así tendrás que tomar menos decisiones a lo largo del dí Descansa, duerme suficiente y no te pases con la fiesta: el desfase trastorna tus ciclos sueño-vigilia, y el alcohol es un depresor del sistema nervioso y puede perjudicar tu estado de ánimo.

¿Y si nada de esto funciona?

Si te encuentras abrumado por la nueva situación, buscar ayuda psicológica puede ser una buena idea. Un buen psicólogo estará a tu lado en tu aventura, se pondrá de tu parte y te ofrecerá un espacio seguro donde hablar con confianza de lo que te preocupa. Igual que en la salud física prevenir a tiempo es mejor que intervenir cuando la situación está muy mal, no hace falta estar hecho polvo para ir al psicólogo: si te encuentas un poco más frágil de la cuenta, puedes consultarle y pedir su opinión.
Ya, pero ¿cómo encuentro un psicólogo si vivo en el extranjero?
Si no te importa que tu psicólogo sea nativo del país donde te encuentras, infórmate de cómo funciona el sistema público de salud, para ver si existe la posibilidad de que te atiendan de forma barata o gratuita. Algunos países también ofrecen programas de ayuda a los inmigrantes que pueden incluir asistencia psicológica.
Por otra parte, dependiendo de tu dominio del idioma (y de tu nivel de shock cultural), quizá prefieras contar con alguien de tu país. Como me dijo una vez un cliente emigrante: “en Alemania, para colmo, todo esto lo tendría que contar declinando”. Cada vez más psicólogos en España ofrecen sus servicios online, así que no te resultará difícil encontrar a uno que pueda atenderte a distancia.