Venezolanos víctimas de xenofobia cuentan sus historias (cruda realidad)

Venezolanos víctimas de xenofobia cuentan sus historias (cruda realidad)

Cambiar el acento y disimular al hablar, negar en oportunidades que el país de nacimiento es Venezuela y mucho menos usar la gorra venezolana con la bandera patria, peor aún, jamás llevar consigo ninguna prenda alusiva al tricolor criollo, son algunas de las tácticas de los venezolanos para escapar de la creciente xenofobia que acecha en varios países, sobre todo, de América Latina, donde hay mayor presencia de coterráneos emigrantes.

Los actos de discriminación que vivió el joven Fernando Gómez dentro de uno de los vagones de una línea del metro de Ciudad de Panamá le hizo reconsiderar su idea de hacer vida en el país caribeño y lo impulsó, un año después, a mudarse a otra nación.

“Salí de trabajar y como de costumbre tomé el metro para ir a mi casa. Iba parado, había mucha gente  dentro. Estaba cansado, trabajaba en la construcción durante ocho horas seguidas bajo el sol. En una de las estaciones, una silla de desocupó y cuando me iba a sentar, un panameño me empujó y me gritó que los asientos no eran para los extranjeros. Me quedé tranquilo y seguí de pie. A los varios minutos, otro panameño  me escupió la cara y me insultó por ser venezolano. Tenía puesta la gorra tricolor, siempre la llevaba conmigo porque me siento orgulloso de mi nacionalidad, pero lamentablemente en países como Panamá, a veces, hay que esconderla un poco y solo llevarla en el corazón”, contó en entrevista al diario Panorama en un trabajo periodístico de Otto Rojas.

Alejandra Palacios se llevó otro “trago amargo” de Panamá, pero en su caso,  el acto de xenofobia que sufrió casi la lleva a la cárcel. Su entonces jefe en la agencia de publicidad donde ella trabajaba la salvó de un inminente vuelo de regreso a  casa por una deportación. Ahora, viviendo más tranquila en Ecuador, se atreve a contar su historia.

Suscríbete a nuestro canal de Telegram "Inmigrantes en Madrid" para que estés al día con toda la información sobre Madrid y España, ofertas de empleo y más

“Tenía cuatro meses trabajando como relacionista público, ganaba 800$ que me alcanzaban para vivir cómodamente, pero sin lujos. En la oficina compartía con otros dos venezolanos; un diseñador y otro programador, los tres estábamos en una sala más escondida para que nadie nos viera porque trabajábamos sin documentos legales”.

“Una compañera que es diseñadora gráfico estaba celosa del trabajo de nosotros y nos insultó cuando almorzábamos en el comedor de la empresa. ‘Ustedes son unos muertos de hambre’,  ‘nos tienen el país invadido’, ‘le están quitando el trabajo a los panameños’, fueron algunas de las frases que tuvimos que escuchar.  Nosotros nos defendimos y pedimos que nos respetaran, nos pareció que el incidente quedó allí, porque después de ese día no nos volvió a agredir verbalmente. Sin  embargo, a las dos semanas ocurrió lo peor”.

“La suegra de la diseñadora trabajaba en migración de Panamá y ordenó una visita de agentes migratorios a la agencia de publicidad. Los tres venezolanos nos escondimos en el baño para no ser vistos, pero los funcionarios fueron a la oficina por nosotros, tenían nuestras identidades.  A la empresa le iban a colocar una multa de 15 mil dólares y los tres íbamos presos, pero mi jefe  que es panameño tranzó bajo cuerda con ellos y les pagó solamente 5 mil dólares para que no fuéramos a la cárcel. Sin embargo, ese mismo día quedé sin empleo, porque la advertencia fue clara si seguíamos trabajando allí, cerrarían la oficina”.

“Después de ese incidente no pude volver a vivir en paz en Panamá. Sentía una paranoia terrible, veía a agentes migratorios por todas partes y pensaba a cada rato que iba a ser deportada. Decidí irme a Quito y estoy mejor; no es fácil en Ecuador conseguir trabajo, pero yo tengo mi empleo y estoy legal”, narra la venezolana sin ocultar detalle.

Así como hay venezolanos que ejercen sus carreras y tienen buenos sueldos, la mayoría no corre con esa suerte. El rechazo que existe en Panamá hace que muchas empresas prefieran contratar a otros extranjeros de  bajo nivel académico, solo por no contratar a venezolanos, y lo que hace dos años era muy fácil conseguir empleo, hoy es una pesadilla.

Actualmente, hay por lo menos, 27 carreras restringidas para ciudadanos extranjeros en Panamá, entre ellas enfermería, odontología, relaciones públicas, veterinaria, contabilidad, periodismo y todas las ingenierías.  Solicitar el permiso de trabajo en ese país cuesta entre 2.800 a 3.000 dólares y el pago no es garantía de que sea aprobado, un costo  extremadamente elevado  si se compara con el de Argentina, donde solo cuesta 100 dólares al cambio. “Vivir y trabajar de forma legal en Panamá se ha convertido en una utopía”, comentan.

Wilder Sanz es otro venezolano en Ecuador. A diferencia de la anterior entrevistada, la xenofobia le ha cerrado la posibilidad de conseguir empleo. Ante la necesidad de ganar dinero para poder mantenerse en el país sudamericano hace piñatas por encargo.

“Buscando trabajo llegué a dos piñaterías donde buscaban a jóvenes con experiencia. En una, sencillamente, me dijeron que no contrataban a venezolanos y en otra me dieron el empleo, sin embargo, debía trabajar una semana de prueba sin pago”.

“El primer día en la piñatería vi a varias personas que optaban por el mismo trabajo, casi todos venezolanos. Me pareció extraño que eran más de 10 personas en período de prueba si solo había un puesto disponible y había mucho que hacer en el local. Luego de recibir maltrato verbal y denigrante, en la tarde escuchando una conversación telefónica de la encargada, nos enteramos que no necesitaban tal personal, sino que el local estaba en mudanza y todos nosotros estábamos trabajando sin recibir pago, solo para hacer la mudanza del local, una vez hecha, no dejarían a nadie fijo”, relata con indignación Sanz.

En  la frontera norte de Ecuador, justo en Perú, esta semana la xenofobia contra el venezolano quedó al descubierto y fue rechazada por los mismos peruanos. En esta ocasión, el acto de discriminación fue protagonizado por la policía local. Funcionarios intentaron decomisarle toda la mercancía a un joven venezolano que vendía arepas en una transitada avenida, lo maltrataron verbalmente y lo arrinconaron. Sin embargo, los ciudadanos que transitaban el área lo defendieron.

Lamentablemente tengo que empezar de cero en Perú, mi voluntad no es vender toda mi vida arepa, pero mientras pueda acomodarme tengo que trabajar honradamente para poder subsistir”, expresó bajo llanto, el joven en una entrevista que le hizo un canal de noticias. El video se hizo viral entre los venezolanos.

En República Dominicana, la discriminación en contra de los haitianos es un problema social que el gobierno ha reconocido y deplorado en varias oportunidades. Pero recientemente, los venezolanos también han sido victimas de rechazo, sobre todo, aquellos  “con mayor preparación académica, porque se han convertido en “competencia al mercado laboral dominicano”.

Orlando Rivera se mudó a Santo Domingo, la capital de la isla caribeña, hace un año. Rápidamente consiguió trabajo en una peluquería como barbero. Al principio, el entorno fue amable, hasta que los “celos laborales” comenzaron a aflorarse.

Los otros barberos que eran dominicanos estaban molestos porque yo acaparaba la clientela. Decían que desde que había llegado yo al lugar, todos los hombres querían cortarse el cabello conmigo; la verdad fue así, pero yo no tenía la culpa de eso. Comenzaron insultándome y hasta le pidieron a mi jefe que me botara, pero él no hizo caso”.

“Al ver que no me despidieron, un día me lanzaron unas tijeras, pero gracias a Dios no tenían buena puntería. Lo peor que hicieron y que casi me cuesta mi estadía en República Dominicana fue que me denunciaron ante migración y la policía llegó al local”.

Suscríbete a nuestro canal de Telegram "Inmigrantes en Madrid" para que estés al día con toda la información sobre Madrid y España, ofertas de empleo y más

“Como todo país tercermundista, el policía me pidió unos cuantos reales (moneda local) para no ser deportado, le pagué lo que me pedía y no pasó nada. Ahora, me mudé de ciudad y trabajo en otra peluquería, donde el dueño es venezolano”.

“Venezuela siempre ha tenido los brazos abiertos para los extranjeros de cualquier nacionalidad, es una país donde siempre han cabido todos. Es muy triste que en ciertos países no podamos recibir lo que siempre hemos dado, calidez”,  expresó el estilista.