Los nicaragüenses también emigran a Panamá | YoEmigro.com

Los nicaragüenses también emigran a Panamá

Hazel Fonseca se quedó sin empleo en Nicaragua hace diez meses y un mes después, antes de “comerse” su liquidación, se estaba embarcando en una excursión terrestre y largándose a Panamá, un país que no conocía y en el que no había ningún pariente cercano esperándola. Fue “la necesidad” de empleo, dice, el empujón de su viaje hacia el país que es famoso por su Canal. La Prensa.
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Fonseca, de 21 años y mamá de una niña, fue despedida por su mamá.
“Antes de subirme al bus para venir acá mi mamá se despidió y me dijo Heyselita, recuerda que este mundo es de los valientes y creo que eso me ha ayudado cuando tengo ganas de tirar la toalla acá. Estoy trabajando por mi familia”, dice Hazel durante una conversación vía Facebook.
A partir de 2009, desde que arrancó el proceso de ampliación del Canal de Panamá ese país del sur cobró importancia como destino para cientos de nicaragüenses que se han ido a trabajar en la construcción y las mujeres se han incorporado en el servicio doméstico.
El informe sobre remesas del Banco Central de Nicaragua, BCN, del primer trimestre de este año arrojó que desde Panamá fueron enviados 10.9 millones de dólares a Nicaragua en los primeros tres meses de este año.
El monto es mucho más bajo que lo que se recibió desde Estados Unidos, Costa Rica y España, que representaron 163 millones, 66.4 y 17.2 millones respectivamente.
Sin embargo, en términos porcentuales experimentó un crecimiento del 26 por ciento, mucho mayor que EE. UU. y España.

Abunda el trabajo para mujeres

Fonseca, que en Panamá fue recibida por su exsuegra y que a las cuatro horas de haber llegado al país canalero, ya tenía trabajo, cuenta que ella envía a Nicaragua la mitad de lo que gana. Trabaja como niñera de una adolescente de lunes a viernes y los fines de semana como auxiliar de enfermería. Gana alrededor de setecientos dólares y envía 350 a su casa en Nicaragua. Con ese dinero sustenta a su hija y a su mamá.
Mientras que Diana Dávila, 27 años, otra nicaragüense que emigró a Panamá hace dos años, gana 450 dólares, más de lo que puede ganar un profesional en su país de origen.
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Dávila trabaja de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde y luego se va al cuarto que alquila donde vive con su marido, quien se la rebusca como soldador. De su salario ella envía 120 quincenales a Nicaragua. “Para ayudar a mi familia y a mi mamá”, dice Dávila.
Tres años atrás, esta mujer de 27 años, era estudiante de comunicación social en la Universidad de Managua y vendedora en el Mayoreo en un tramo de artículos plásticos. Su salario era muy bajo, novecientos córdobas a la quincena, y sus posibilidades de progreso material eran bastante bajas. Así que decidió seguir los pasos de unas primas suyas que estaban allá y la animaron a irse.
“Se halla trabajo como cocinera, como empleada doméstica. También te buscan para lavar o para planchar”, explica Dávila vía telefónica. “Una cocinera gana seiscientos dólares mensuales y una cocinera interna (con dormida adentro) 650 dólares”.
“Es más difícil para los hombres”, dice Dávila y explica que para su esposo ha sido un poco más complicado conseguir empleo permanente.

Cuando necesitan mano de obra

Históricamente Panamá había sido un país al que viajaban cientos de nicaragüenses por razones comerciales. Iban cientos de compradores a comprar y abastecerse a la “zona libre” de impuestos.
Hace unos años los nicaragüenses volvieron a ver con otros ojos al país canalero. Muchos comenzaron a explorar ese país para trabajar y quedarse allá.
Martha Cranshaw, coordinadora de la Red de Nicas Migrantes, explica que un estudio de la Organización Internacional de las Migraciones, OIM, y el estado nicaragüense, estableció que para el 2010 habían 9,798 nicaragüenses residiendo en Panamá.
Cranshaw cita también que en el 2014 veinte mil nicaragüenses que estaban en Costa Rica se cruzaron a Panamá. De esos veinte mil, que entraron vía terrestre por el puesto fronterizo de Paso Canoas, retornaron unos 17,000, es decir que tres mil se quedaron en Panamá.
La principal vía de transporte ha sido terrestre. Los nicaragüenses viajan por excursiones que llegan después de 24 horas.
Esa tendencia nicaragüense de entrar desde Costa Rica y quedarse, se acrecentó en el 2007 cuando se anunció el arranque de las obras de ampliación del Canal, la principal fuente de sustento de ese país que deja más de un millón de dólares diario de ganancia.
La coordinadora de la Red de Nicas Migrantes, explica que la ampliación del Canal, implicó, desde el 2009, que Panamá necesitará “mano de obra” para las obras de ampliación del Canal y “abrieron la gasa” para atraer mano de obra desde otras latitudes para trabajar en el nuevo proyecto del canal panameño.
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Esa “enorme gasa”, como le llama Cranshaw, se abrió durante el gobierno de Ricardo Martinelli (2009-2014). Martinelli implementó el programa de regularización migratoria “crisol de razas” que permitió la entrada y el establecimiento legal de miles de extranjeros en Panamá.

Nicaragüenses son explotados

Zulay Rodríguez Lu, diputada panameña por el Partido Revolucionario Democrático, asegura que entre el 2009 y 2014 el “crisol de razas” permitió la entrada de más de medio millón de extranjeros.
Según Rodríguez ese contingente de extranjeros han llegado cientos de profesionales y mano de obra calificada que ha desplazado al panameño.
Sobre los nicaragüenses, Rodríguez asegura que se trata de “mano de obra barata” que está siendo explotada por empresarios panameños que los contratan con un sueldo por debajo del salario mínimo establecido y sin las condiciones laborales que contemplan las leyes panameñas.
“Al obrero nicaragüense lo están tomando como mano de obra barata. Pueden estarle pagando unos cuatrocientos, quinientos dólares, que eso es menos del salario mínimo”, refiere la diputada y agrega que “en Panamá se paga muy bien”.
La diputada explica que el salario de un obrero de construcción puede oscilar entre los ochocientos y 1,200 dólares.
“¿Qué prefieren los empresarios? En vez de contratar y pagarle a un obrero panameño 1,200 dólares, le pagan a uno nicaragüense cuatrocientos dólares. No le pago Seguro Social, no tiene que pagar las cuotas obrero patronales. Y así desplaza al obrero panameño”, critica Rodríguez quien ha pedido que se investigue el programa de regularización migratoria “crisol de razas”.

Panameño desplazado

Rodríguez insiste en que la creciente migración no solo está desplazando al obrero sino también al profesional y al técnico panameño.
“Nosotros tenemos en este momento la cifra que estamos manejando de Contraloría, es que 250,000 jóvenes profesionales que no tienen trabajo. Como ha entrado tanto colombiano, venezolano, nicaragüense, eso ha desplazado” al panameño, según la diputada y agrega que unos doscientos mil colombianos y quizás unos treinta mil nicaragüenses han entrado a ese país mediante el crisol de razas.
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La diputada, que ha sido polémica por declaraciones sobre la inmigración colombiana en Panamá, critica también la saturación del sistema de salud y escolar por la cantidad de extranjeros y asegura que están apelando a la Constitución panameña para que el tema migratorio se regule a través de la Asamblea Nacional y deje de manejarse vía “decretos” como lo han hecho, primero Martinelli, y ahora Juan Carlos Varela, quien asumió la presidencia del país hace menos de un año.
Pero este nuevo “crisol de razas” no entusiasma tanto a los migrantes nicaragüenses que residen en aquel país.
En este momento Diana Dávila tiene permiso para trabajar dos años, después, si quiere extender su permiso por más tiempo, solo le permitirán seis años más, y tendrá que pagar más de mil dólares según sus cálculos para obtener esa licencia. Esa condición migratoria no es muy alentadora para seguir en Panamá, país al que se fue con el propósito de ayudar a su familia, pero sobre todo con “la ilusión de recoger dinero para comprar un terreno” en Nicaragua.
Aunque el salario es mucho mejor que en su país de origen, Dávila y su esposo a veces dudan de que el poder adquisitivo sea tan bueno.
“Mi esposo dice que aquí es hasta más caro. La comida tal vez si es más cara”, comenta Dávila quien aprovecha cada vez que viene un nicaragüense para “mandarle un cariñito a cada uno de la familia”.
En cambio Hazel Fonseca no tiene que pagar casa, ella vive en el mismo lugar donde trabaja. Sale poco porque considera que Panamá es muy peligroso. Dice que otros amigos y conocidos han pensado en ir a Panamá, pero no cualquiera tiene quinientos dólares para mostrar a las autoridades al arribar al país. Como muchos otros nicaragüenses, Fonseca no anhela quedarse. Ella quiere recoger suficiente dinero para regresar a Nicaragua y montar “un pequeño negocio” que le permita quedarse y cuidar de su hija y su mamá.

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