Las mujeres lideran la emigración venezolana, salen solas a buscarse la vida

Las mujeres lideran la emigración venezolana, salen solas a buscarse la vida

“Yo te prometo que en unos meses vas a volver a estar conmigo y tu abuelita”, se despidió Verónica de su hijo de 7 años antes de irse a Santiago. La decisión fue prácticamente de un momento para otro: un amigo le hizo el favor de comprarle el pasaje desde Chile y ella, que cruzó la frontera de San Cristóbal hasta Cúcuta, llegó al destino en octubre de 2016. Un destino donde esta madre sola esperaba reunir dinero para llevarse al pequeño y a la abuela después. Escrito por Julett Pineda Sleinan para Efecto Cocuyo.

Verónica no es ni la primera ni la última venezolana que ha emigrado sin los suyos y que planea abrirse paso en el extranjero para darles una mejor calidad de vida en un nuevo país. Hasta el año pasado, era una de las 13 millones 678 mil 178 mujeres residenciadas en el territorio nacional que contabilizó el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su último censo, que data de 2011. Ahora se suma a otro grupo: el de los casi dos millones de venezolanos que decidieron buscar un futuro afuera.

En 2015, el profesor universitario Emilio Osorio explicó que la migración había sufrido un proceso de feminización. En un foro realizado en la Universidad Católica Andrés Bello dijo que el sexo femenino es el que más ha migrado en medio de la crisis: por cada 100 mujeres, son 67 hombres los que se van del país.

Al igual que Verónica, Rocío Romero engrosa estos números. También como Verónica, Rocío le manda a sus dos hijos algo de lo que gana en su tierra adoptada. La mayoría va para los ahorros, que costearán el tan ansiado momento del reencuentro. Lo otro, en pequeñas remesas mensuales para los abuelos, quienes se encargan de costear gastos de comida y educación.

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“Yo salí de Venezuela porque tuve problemas políticos y financieros”, aseguró Rocío desde Nueva York. Oriunda de El Tigre y militante del partido Acción Democrática, ella y su esposo decidieron empezar de cero en Estados Unidos con una solicitud de asilo político. “Tenía mucho estrés y mucha presión y me vine a echarle pichón como todo el mundo”, dijo tras asegurar haber recibido hasta amenazas de muerte.

A pesar de que ahora siente más seguridad y puede ir a un supermercado sin importar su número de identificación, Rocío sabe que se pierde de algo importante al estar a más de cuatro horas de distancia en avión de su hogar en Anzoátegui.

“Yo me estoy perdiendo de algo muy valioso, que es su crecimiento”, dijo con la voz quebrada. “Ya me están diciendo que les empezaron a salir espinillas. Al grandecito le gusta una niña y a ambos le van a colocar sus lentes”, son algunas de las experiencias sobre las que conversa con sus hijos a través de Whatsapp o Skype mientras están a distancia.

Habla con ellos tres veces al día: antes de que vayan al colegio, al mediodía y antes de dormir. Desde junio de 2016, los dos pequeños viven con su abuela. Sin embargo, Rocío espera que los papeles estén listos pronto y pueda volverlos a ver antes de que termine el año, con unos centímetros más de estatura. “Yo tengo la fe de que en octubre o noviembre estarán conmigo”, contó determinada.

Hace nueve años que Lilian Casas se fue a España. Sin embargo, no fue sino hasta hace tres años que tuvo el ansiado momento del reencuentro con sus hijos. La primera vez que migró lo hizo desde Cuba a los 7 años. La segunda, desde Caracas a los 56. “Un compañero estaba haciendo un master en Barcelona y me propuso hacerlo también para irme del país. Ahí me dije: vamos a hacer esto“, contó desde la ciudad catalana.

La buena fortuna le sonrió a Lilian y, a través de uno de los pocos amigos que tenía en la ciudad, consiguió un trabajo como radióloga en un centro de salud. En enero de 2008 la decisión fue definitiva: se mudó a España con la determinación de llevarse a sus tres hijos y a sus papás en un par de años. A partir de ese momento, trabajó muchas horas extras y los fines de semana dejaron de ser sus días favoritos. “Los sábados y los domingos, para mí, eran fuertes porque no tenía con quién hablar”, recordó entre lágrimas.

Tras sus sacrificios, los de sus hijos y los de sus padres, Lilian logró reunir a los suyos en Barcelona, hazaña que la llena de satisfacción porque sabe que muchos tienen familia regada en los cinco continentes. También agradece el hecho de que todos vivan en España legalmente. “Durante esos años, hice todos los requisitos habidos y por haber. En ese tipo de cosas uno tiene que tener paciencia. No es cuestión de si te gusta, sino que tienes que hacerlo”, recomendó.

Nunca pensó que le tocaría emigrar nuevamente, pero con determinación y paciencia, los seis años de horas extras y papeleos rindieron fruto. Siempre huyendo de las dificultades económicas del país y con una meta clara: brindarle mejor calidad de vida a sus hijos.

“Estoy sola desde hace 25 años. Yo me fui de allá no por mí, sino por ellos (sus hijos). A los 56 años, todo lo que tenía que hacer ya lo había hecho”, aseguró. Tranquilidad fue lo que la invadió cuando logró llevar al más pequeño de sus descendientes, un joven universitario, a la ciudad española. “Nunca tienes la seguridad de que podrás llevarlos a donde estás. Pero tienes que tener paciencia y no perder la esperanza. Actitud positiva. Y un poco de suerte“, dijo.