Testimonio: Carta desde el extranjero al venezolano que se quedó

Testimonio: Carta desde el extranjero al venezolano que se quedó

Compatriota venezolano: Si usted es de los que respeta las decisiones personales de los demás y no anda pendiente de criticar, ofender o cuestionar a sus compatriotas que se han ido del país, felicitaciones, esta carta no es para usted.

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Ahora, si usted pertenece a ese grupo de venezolanos que se la pasa publicando en Facebook y Twitter que quienes emigramos somos unos traidores a la patria, que no queremos al país, que lo abandonamos cuando más nos necesita y que además se creen con la autoridad moral de decirnos que no volvamos después que «ustedes» lo recuperen; mucho sabría agradecerle si dedicara unos minutos de su tiempo a leer algunas cosas que me gustaría aclararle:

Si usted no me conoce no puede saber qué amo, qué extraño, por qué no estoy allá o qué estoy haciendo o dejando de hacer por mi país. Sea cual sea la razón por la que usted vive en Venezuela, sepa que es absolutamente suya y nadie tiene derecho a cuestionar su vida privada.

Pero tenga claro también que esa razón por la que usted vive en Venezuela no es algo que lo ponga automáticamente en un nivel superior a mi o a ninguno de los que emigramos, razón por la cual no entiendo qué le hace creer que esa circunstancia lo convierte a usted en mejor venezolano que nosotros.

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Como usted no me conoce, tampoco puede saber qué hice en Venezuela antes de emigrar, a cuántas marchas fui, cuantas veces firmé, en cuantas protestas participé, cuantas iniciativas de la oposición apoyé, cuantas veces dediqué tiempo, colaboré en la medida de mis posibilidades o cuantas veces movilicé gente para que votara por los líderes de oposición que hoy son alcaldes o diputados, y que seguramente usted apoya o tiene como referentes de democracia y libertad.

Entiendo perfectamente que no es fácil vivir en un país sin alimentos, sin medicinas, sin seguridad personal y sin servicios básicos; pero creo que está confundido cuando dice que usted pasa por eso porque, a diferencia de mí, usted «se quedó luchando».

No amigo, ni una cola por Harina Pan, ni un hospital sin luz, ni una morgue llena de víctimas de la violencia son un campo de batalla. Usted no está luchando, usted está sufriendo y créame que no me alegra. De corazón le digo que lamento muchísimo su situación, la cual considero angustiante y lamentable pues, al igual que usted, mis ancianos padres, mis hermanos, mis amigos y muchos seres queridos están padeciendo las mismas humillaciones. Con mucho sentimiento le digo que el dolor de estar lejos de ellos, especialmente cuando sé que están en esas condiciones, es algo que usted tampoco conoce.

El emigrante venezolano también es un embajador de nuestro gentilicio, de nuestra cultura. El emigrante venezolano es una persona que hace sacrificios que usted no conoce para darle a sus hijos (venezolanos también) la oportunidad de crecer y desarrollarse integralmente en mejores condiciones.

Quizás para usted no tengan valor o sentido los sacrificios que hace una persona al dejar sus afectos y sus logros profesionales en ese país que siempre será su primer hogar; pero es bueno que sepa que, venciendo muchas dificultades que usted no conoce, los venezolanos en el exterior ayudan a sus familias, de formas y maneras que no serían posibles si nunca hubieran emigrado.

Muchos venezolanos que se fueron se preparan ahora mismo en áreas de conocimiento que serán fundamentales para la reconstrucción del país, después que la pesadilla termine, ¿o cree usted que la educación ideologizada y venida a menos que se imparte hoy en día en Venezuela; o las condiciones laborales dentro de las pocas industrias que aún funcionan con una tecnología obsoleta y un entorno-país deprimente; favorecen el enriquecimiento intelectual y espiritual de una generación que tenga herramientas para salvar a Venezuela del canibalismo social que la amenaza?

Le aseguro que la batalla ciudadana se puede dar perfectamente en Venezuela o fuera de ella. Conozco muchísimos venezolanos que viajan al país cada vez que hay elecciones y muchos que, desde cualquier parte en la que estén, firman una y otra vez lo que haya que firmar para apoyar la expulsión constitucional y legitima de los bandidos que tienen secuestrado el poder público.

Además, los venezolanos en el extranjero también protestan, también marchan y también levantan la voz para exigir que sus compatriotas vivan dignamente en democracia y libertad; tengan o no planes de volver a la tierra que los vio nacer. A diferencia de muchos que viven en Venezuela y dicen no apoyar al gobierno, pero que jamás han levantado una pancarta, gritado una consigna o dejado de ir a la playa el día de las elecciones.

Si todavía considera usted que desde el extranjero no se lucha, entonces tiene usted un problema de percepción e interpretación de la realidad. Usted no quiere que yo luche, usted lo que quiere que es yo sufra porque si usted está sufriendo, todos debemos sufrir. De ser así, ¿todavía se cree mejor venezolano que yo?

También es bueno que sepa que cada vez que me manda a callar en redes sociales porque no estoy en Venezuela; está diciendo una cosa que no tiene sentido. Si quiero opinar estando afuera del país puedo hacerlo porque donde estoy hay libertad de expresión y mi pasaporte y mi cédula de identidad dicen que soy tan venezolano como usted. En consecuencia, da absolutamente lo mismo que usted publique un post en Facebook desde la comodidad de su casa y que yo lo haga desde la comodidad de la mía.

Sepa también que no tengo por qué estar, ajuro, de acuerdo con absolutamente todo lo que dice la MUD. La última vez que miré, eran los chavistas y no nosotros, los que exigían lealtad ciega y no-pensante a una camarilla política y aplaudían como focas sin criterio y sin derecho a cuestionar nada, porque no tenían permitido diferir, proponer, contrastar o tener una opinión propia.

Es un poco incoherente de su parte autodenominarse luchador por la libertad de expresión, le exija al gobierno el derecho de decir lo que piensa y celebre cada vez que un líder que usted apoya «les dice sus verdades a los chavistas»; pero al mismo tiempo me pida que me autocensure porque a usted le parece que lo que yo digo «no suma». Quizás no se haya dado cuenta, pero cae en lo que critica. Hugo Chávez tenía un nombre para esa actitud suya. La llamaba «disciplina revolucionaria».

Una última cosa antes de despedirme, quiero invitarlo a reflexionar sobre el hecho de que, a menos que usted sea diputado de la Asamblea Nacional, funcionario de Migración o Aduanas; no creo que tenga ninguna oportunidad de impedir que yo ponga los pies en Venezuela las veces que quiera hacerlo. Por más que usted prefiera que yo no regrese hoy o mañana; lo haré por razones que son solo mías y derechos que usted no puede quitarme.

No nos conocemos, pero me gustaría hacerle entender que yo no soy su enemigo, ni tengo deseos de serlo. Solo le pido un poco de respeto por mi vida privada y mis decisiones personales. Sepa que mi grano de arena es tan importante como el suyo porque, al igual que a usted, me duele lo que le pasa a Venezuela. Si es la madre de ambos eso nos convierte en hermanos pero, desde mi punto de vista; la diferencia es que usted puede sentir sus abrazos todos los días, mientras yo solo puedo recordarlos desde lejos.

Autor: Antonio de Santis

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