Testimonio: Jamás volveré a Venezuela, pero ni por error

Testimonio: Jamás volveré a Venezuela, pero ni por error

He tomado la decisión de no regresar a Venezuela ni de visita, y la tomé porque simplemente entendí que ese ya no es el país que dejé atrás hace un tiempo, eso se convirtió en otra cosa, en un territorio lleno de anarquía, destrucción y odio.

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Venezuela se volvió un país en el que la gente perdió los valores, la moral, las buenas costumbres, allá, por lo que uno lee en redes sociales y le cuentan los familiares que aún no han emigrado, las personas insultan, golpean o hasta matan a otros por pensar distinto, por un jabón, por un pollo, y no lo hacen únicamente los chavistas, los opositores son lo mismito, yo he leído muchas veces a alguien que se identifica con Capriles insultar a un seguidor de Leopoldo y viceversa.

En Venezuela, la mayoría piensa en sí mismo, se olvidó del concepto de ciudadanía, de cohabitación, tu lees en Facebook a personas decir cosas como: “Maldito vecino pajuo de mie***, uno tiene su música en su apartamento a todo volumen y ese hijo de la gran p***, viene a tocarte la puerta para que le bajes volumen”, ahí caes en cuenta que a casi nadie le importa el bienestar ajeno y que el respeto por los demás se perdió.

Otro ejemplo substancial está en la calle, al andar en tu coche y enfrentarte a una tranca, verás que aparecen vivos que se meten por la derecha y por la izquierda para “pasar antes”, sin importar los que vienen o van a otros sitios, simplemente porque pueden.

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Los peores en todo esto, son los que toman uno de los canales de cualquier calle o avenida para poner una venta ambulante de perros calientes o un autolavado improvisado. No pagan impuestos, dañan la capa asfáltica, eliminan uno de los carriles por los que deberían pasar carros y a nadie le importa.

Por eso no vuelvo a Venezuela, porque, aunque me llamen apátrida, no vale la pena ir a un sitio en el que a nadie le importa nada y en el que todo el mundo hace lo que le da la gana sin importar a cuántos daña o afecta en el camino.

No sé si la mayoría de los venezolanos siempre tuvieron ese gen de la anarquía, destrucción y egoísmo latente en su ADN o fue algo que aprendieron en estos 17 años de la era Chávez y tampoco me importa ya, pero si estoy seguro que se necesitarán muchas generaciones para reparar ese daño, si es que alguna vez se logra arreglar.

Lo que sucede con Venezuela se puede equiparar con Chernóbil, una explosión radiactiva que dañó y destruyó todo en cuestión de minutos pero que necesitará cientos de años para que su territorio vuelva a ser como era antes de la explosión.

Yo amo mi país, pero aquel que dejé atrás hace ya muchos años, no esta desolación en que se convirtió. Me niego a ir a un sitio en el que me pueden “marcar” al llegar al aeropuerto para secuestrarme o matarme por un puñado de dólares que no valen nada en otro sitio. Me niego a ir a un lugar en el que hay que hacer cola para comprar comida o en el que todo el mundo tiene que hacer negocios turbios para poder completar el dinero para subsistir.

Lo siento Venezuela, pero ya ni tu nacionalidad uso, porque conseguí la de otro sitio que me dio alojamiento, cobijo y oportunidades para vivir tranquilo y llegar a una vejez digna, no como la de los viejitos de Venezuela que con 80 años tienen que pararse a las tres de la mañana para hacer una cola en un supermercado o ir a comprar una bombona de gas. Me niego a esta humillación. Por eso, yo, Pedro Soto, no vuelvo a Venezuela ni de visita.

Escrito por Pedro Soto.

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