Testimonio: Siento terror de vivir en Venezuela ¡Aquí no se puede ser feliz!

Testimonio: Siento terror de vivir en Venezuela ¡Aquí no se puede ser feliz!

En Venezuela la vida transcurre como en una película de terror, suspenso, aventura, ciencia ficción con un poco de humor negro. Cuando estás en la calle y ves que todo está en estado de decadencia, de destrucción y de un abandono supino, sientes que ya no perteneces, que estás dentro de alguna pesadilla y que la única forma de despertar es agarrar un avión, autobús o barco rumbo a cualquier destino fuera de las fronteras de “La Patria”.

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Al ver los automóviles destartalados, vías llenas de huecos y sin demarcar, largas colas frente a los supermercados, caucheras, ventas de baterías, abastos, bodegas y hasta farmacias, en las que la mayoría de la gente pareciera tener una actitud delincuencial, como si estuvieran esperando que te descuides para robarte lo poco que tengas y, con un poco de suerte, no darte un tiro en la cabeza y dejarte ahí muerto mientras se llevan todo lo que cargues encima; es imposible no pensar que algo no está bien.

Estar en un lugar en el que el portón eléctrico de la urbanización a veces pasa semanas dañado porque no se consigue la tarjeta lógica o que la puerta del edificio la hayan vuelto a poner con cerradura Cisa normal porque no se consigue la batería para el sistema eléctrico, deprime.

Vivir en un país en el que las cosas suben de precio todos los días, que la esperanza para conseguir una medicina es pedirla por Twitter y rezar porque alguien la tenga, así sea vencida, o que el repuesto de un carro te cueste el equivalente a tres meses de trabajo, te dice: “de aquí debes huir lo más pronto posible”.

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Abrir el Twitter y leer a políticos que te dicen que si votas, que si firmas, que si marchas, que si vuelves a votar, a firmar y a volver a marchar, ahora sí, el país será otro y recordar que te están diciendo exactamente lo mismo desde hace no menos de 17 años pero que nunca se logran los objetivos porque siempre “pasa algo” que impide el logro de ese cambio, te pone a pensar que te están viendo la cara de pendejo y que en realidad ellos no están buscando el cambio, sino que están cohabitando en perfecta simbiosis con el régimen que dicen querer cambiar.

Tener que hacer una diligencia en alguna oficina pública y descubrir que, si no le pagas al funcionario de turno el equivalente a, por lo menos dos salarios mínimos, nunca lograrás sacar ese documento. Te confirma que vives en un país de comiquita.

Querer comprar el boleto para emigrar y descubrir que casi ninguna aerolínea vende boletos en moneda local (a pesar de que el uso de otra moneda está prohibido por ley) y que un pasaje de, por ejemplo, Caracas a Madrid, cuesta el equivalente a 60 salarios mínimos y entender que tu vida es un mal chiste, porque no tienes forma de pagar eso sin vender un riñón, una córnea o atracar un banco.

En fin, vivir en Venezuela es la peor pesadilla que le puede pasar a cualquier persona, porque más allá de lo anterior, conseguir comida, medicinas, ropa, repuestos o cualquier cosa es casi una odisea y cuando lo consigues es impagable, tampoco puedes irte porque no hay manera de cubrir los costos ni puedes quedarte porque estarías condenado a la ignominia por el resto de tus días.

En Venezuela, somos una especie de muertos vivientes, los no muertos, los undead… ni vivimos, ni nos dejan vivir, somos todo y no somos nada… Dios se apiade de nuestras almas.

Por eso, quiero salir corriendo de aquí y no volver nunca más, porque, la verdad, esto necesita no menos de 200 años para comenzar a solucionarse, y para ese momento ya yo seré, desde hace mucho, comida de gusanos y mi intención es ser feliz junto a mis seres queridos, algo que, en Venezuela, es imposible. Por eso, al que pueda irse le digo ¡Váyase ya de Venezuela, no pierda más tiempo que esto no tiene solución, huya, corra por su vida y sálvese junto a los suyos!

Autor: Pedro Emilio Gutiérrez

Este artículo de opinión fue enviado al correo [email protected] por su autor