Testimonio: Venezuela te odio... pero también te amo

Testimonio: Venezuela te odio… pero también te amo

Venezuela, eres el país que me vio nacer, el lugar en el que crecí, del que tengo mis recuerdos, en el que pienso más de una vez al día por miles de razones, pero la primera es porque aún tengo allá a mi familia y a varios amigos muy queridos, por eso te amo.

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Venezuela eres el sitio en el que pensé que luego de mi niñez, adolescencia, juventud temprana y adultez, también pasaría el resto de mi vida, resulta que de alguna manera te las ingeniaste para expulsarme, escupirme como si yo fuera algo ya no querido y que te estorba, por eso te odio.

La verdad, mi querida y odiada Venezuela es que tú me has dado tantas cosas que es imposible no amarte, me diste la vida, me enseñaste lo que es vivir en un sitio maravilloso con un clima envidiable, alrededor de gente buena y trabajadora, con unos paisajes únicos en el mundo, playas inmejorables y por supuesto, las posibilidades únicas que tienes para hacer negocios y ganar dinero.

También me diste a la mujer de mi vida, que es la madre de mis hijos, y por supuesto, también vieron la luz por primera vez en tu tierra mis dos retoños, primero el varón y luego la hembrita, que son venezolanos de pura cepa, porque no sólo nacieron, sino que sus primeros años los vivieron allá, su primera palabra la dijeron en tus dominios y la primera vez que me vieron y sonrieron fue bajo las faldas de tu majestuoso Ávila.

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Pero también, debo ser honesto, me has quitado tanto que es imposible no odiarte, porque para ser sincero, me quitaste la libertad de elegir, ya que me obligaste a emigrar, a abandonarte en la búsqueda de un futuro mejor para mis hijos, también me quitaste mis planes de envejecer en mi tierra, en mi país, igualmente me robaste mi apartamento en Margarita (con tantos sacrificios que tuve que hacer para comprarlo) porque lo alquilé y ahora no hay Ley ni manera de sacar a un inquilino vividor y oportunista que no me lo quiere devolver), también le quitaste el trabajo a mi esposa, porque firmó en contra del gobierno y la botaron de su empleo y le dijeron clarito que se olvide de prestaciones.

Por supuesto, me quitaste las posibilidades de envejecer y morir tranquilamente en mi país, pero más allá de eso, le robaste a mis hijos la posibilidad de crecer, vivir y ser felices en su país, y eso, la verdad, no te lo perdonaré nunca, porque me obligaste a llevarme a mis retoños a otro sitio en el que les toca pasar frío extremo y calor extremo, además de que siempre serán vistos y discriminados como extranjeros.

Venezuela, te amo por lo que me has dado, pero te odio por todo lo que me quitaste en tu necesidad sin sentido de odio, venganza, resentimiento y hasta una cuasi patológica necesidad de perjudicar y hundir a los que teníamos algo que nos ganamos con muchísimo esfuerzo y trabajo día tras día.

Tuve que irme, tuve que emigrar, no me quedó más remedio, pero para ser honesto contigo, cada día que pasa sueño con volver, aunque sé, que eso no es más que un sueño, porque mis hijos a medida que transcurre el tiempo son más madrileños que nadie, para ellos, Venezuela, cada día que pasa se convierte más en una cosa lejana y extraña de la que habla su papá a cada rato y que aparece en su acta de nacimiento, de resto, su país es España y su ciudad es Madrid.

Así que ya sabes Venezuela, te odio y te amo, y lo más probable es que nunca vuelva a verte, pero también lo más seguro es nunca te olvide…

Autor: Ignacio Echeverría

Este artículo de opinión fue enviado al correo [email protected] por su autor