Te estremecerá su sinceridad y sensatez: Carta al emigrante venezolano

Te estremecerá su sinceridad y sensatez: Carta al emigrante venezolano

Querida familia, queridos amigos, estimados compañeros y migrantes…

Mucho se ha dicho sobre el fenómeno migratorio de los venezolanos en los últimos años. Ríos de tinta y de lágrimas han corrido a causa de un éxodo forzado para un pueblo que jamás tuvo la característica de ser migrante a diferencia de otros países hermanos que sí la han tenido y la siguen teniendo, y esto, como ahora lo es todo en Venezuela, ha sido motivo de diatriba y de polémica en todos los sectores de nuestra sociedad y pensé que tal vez me podía permitir una opinión.

20161002_171646

Para empezar me gustaría apuntar algo que me resulta de lo más terrible y dañino para nuestro espíritu colectivo como venezolanos: la tendencia, ahora endémica y viciosa, de polarizar todo; si eres de derecha o de izquierda, oligarca o patriota, azul o rojo, de los que se van o de los que se quedan y de paso rechazar los puntos medios. Esto hay que agradecérselo a Chávez, el principal divisor de Venezuela entre ‘buenos’ y ‘malos’, creando desde su llegada un clima de intolerancia política y social que hasta el sol de hoy está vigente en la manera de procesar los eventos del venezolano. Y es allí donde nos ha ido mal, en digerir nuestra desgracia migratoria, para el que migra el que se queda es ‘pendejo, conformista, miedoso’, para el que se queda en el país el que se va es ‘cobarde, apátrida, malagradecido y traidor’. Y no nos damos cuenta que caemos en el juego macabro del gobierno de atacarnos los unos a los otros mientras ellos se libran de la responsabilidad que sobre ellos recae de forzar a un pueblo a elegir entre sobrevivir en su país o sobrevivir en otro que es lo que la mayoría hacemos.

He visto con la mandíbula desencajada el terror y el dolor de los migrantes -que es el mío propio porque tengo más de un año fuera de Venezuela- y me di cuenta que estamos viendo todo mal, que no es pendejo el que se queda ni malagradecido el que se va, la realidad es que somos todos víctimas de una situación que jamás en nuestro camino pudimos vislumbrar. Solo cambiamos unas preocupaciones por otras, unas comodidades por otras, unos dolores por otros y fue obligado, fue a la fuerza, fue en contra de nuestras voluntades… porque jamás se ha sabido de un pueblo que migre a lo desconocido por gusto, todos los éxodos (incluido el bíblico) fueron originados por la desesperación de un pueblo que estaba oprimido y que prefirió lanzarse a la aventura que arriesgarse a perder su presente y su futuro por omisión o inacción, como tampoco se ha sabido de un pueblo que acepte que un régimen le parta en su cara el pan de cada día por la mitad sin que sientan la disconformidad y la injusticia, sin que en sus corazones sientan que eso está mal. Ambos, los que migramos y los que aun se quedan en el país, somos valientes y ambos tomamos en el momento la decisión que nos convino. Es el absurdo que desaprovechemos esa situación que nos une usándola como otro motivo más para criticar. Estamos enfermos de eso, de una manía incontrolable de criticar y de señalar, cuando podemos comprender, cuando nos podemos entender los unos a los otros y aceptar que cada persona está en su derecho de tomar la decisión que le parece mejor para su vida sin atender agendas de multinacionales conspiradoras ni agendas de frentes socialistas utópicos.

Suscríbete a nuestro canal de Telegram "Inmigrantes en Madrid" para que estés al día con toda la información sobre Madrid y España, ofertas de empleo y más

Nos podemos apoyar moralmente al menos, y eso no pasa. Antes tenemos que pasar por un filtro escrutador, de que nos metan a todos en un saco de etiquetas y eso desgasta nuestra identidad como venezolanos, nos aleja de lo que nosotros teníamos planteado como símbolo de nuestro gentilicio. A diferencia de otras colonias, como portugueses, árabes  y otros que hacen clubes y asociaciones, los venezolanos andan en grupos cerrados y raras veces se organizan; no hace falta ser sociólogo ni adivino para saber que algo anda mal con la actitud que tomamos contra nosotros mismos y para advertir que esa actitud es derivada de un ambiente político ultra-crítico e intolerante del que somos víctimas morales.

A título personal creo que como individuos nos debemos a nosotros mismos buscar la felicidad propia y por eso considero que las personas deberían buscar esa felicidad donde sea que la encuentren. Un joven de 20 años que está padeciendo las consecuencias sociales de unos errores que no cometió no debería dejar sus sueños y su futuro de lado para hacer frente a un sistema que lo usará como una ficha política, por eso yo recomiendo si es lo que a cada uno le conviene  de manera global, o de manera económica, emocional o social, etc. que busquen nuevos horizontes, que cada quien intente potenciar su vida. No se puede mejorar una sociedad en la cual sus individuos están imposibilitados de avanzar, de progresar, de encontrar bienestar…

A mi familia le quiero decir que no pienso regresar, que extraño salir de mi cuarto y encontrar la cara madrugadora de mi tía colando el primer café de la mañana, que extraño hablar con mi primo interminables horas sobre fútbol, sentarme en el Guernica a tomar Soleras Verdes y a filosofar sobre cualquier tema, hablar con mi padre, subir al Ávila y montón de cosas más, que sé que aunque regrese jamás serán igual porque ya las cambié, porque son las cosas bonitas que conservo a pesar de la brutalidad y el terror que Caracas tenía para demostrar. Me gusta y me da orgullo ser Venezolano, pero no me gusta vivir ahí…, creo que nunca me gustó, y sé que para algunos estas palabras conllevan una especie de sacrilegio, pero cuando lo pienso a fondo me disgusta y no entiendo el fuero patriotero de muchos que exclaman las bellezas geográficas de nuestro país pero que no tienen un ápice de fe ni tolerancia por sus vecinos o por sus conciudadanos; muchos que no entienden que esas líneas territoriales son imaginarias, son políticas, que un país lo conforma su gente y de nada sirve que pongan fotos del Santo Ángel cuando a la vez son terribles ciudadanos que no respetan la ley que como Nación nos une. A mí me gusta ser venezolano porque comemos arepa, porque escuchamos salsa y rock por igual, porque somos soñadores hasta el límite de la ingenuidad – lo que ha llevado a muchos nosotros a lograr grandes cosas-,  porque las mujeres venezolanas son las más hermosas del mundo y por un montón de cosas más que son cliché nombrar, pero que en el fondo son los atributos de nuestra identidad como Venezolanos, pero no me gusta vivir allá porque esta época y este régimen político ha cortado las esperanzas de los jóvenes, porque vivimos bajo la ley del más fuerte y muchas veces sin ley, porque cada vez tenemos menos derechos, porque cada vez tenemos menos voz propia para opinar y disentir y por un montón de cosas más que en la actualidad causan lágrimas y dolor en muchos de nosotros, en la mayoría de nosotros, tanto así que es maldad nombrar esos motivos que lograron separarnos de nuestros seres queridos…   Los motivos por los cuales tengo más de un año viviendo en Panamá son únicos, personales y a la vez similares a los de todos, las recompensas han sido enormes así como las pérdidas han sido incalculables, es cambiar preocupaciones por otras y cada quien debe hacer el balance de costo/beneficio que le conviene. Solo una recomendación: tome la decisión que desee, es Ud., amigo o amiga que lee esto el único responsable del rumbo que le da a su vida y por más que seamos un componente de la sociedad esa sociedad no piensa por nosotros ni podrá hacerlo jamás. Los que migramos no somos ni una pizca menos venezolanos y los que están en el país no son ni una pizca menos valientes, es hora – creo yo- de que busquemos concierto y que derribemos ese muro imaginario y malintencionado que nos divide.

A mi familia que dejé en Venezuela, lo siento; a mis amigos, lo siento; a los conocidos que eran personajes secundarios de mi vida y yo de las suyas, a veces con nostalgia les recuerdo… Nada será igual pero nunca lo es.

Atentamente, Kevin Bravo