Desde Caracas: "Favor emigrar con paciencia, respeto y comprensión"

Desde Caracas: "Favor emigrar con paciencia, respeto y comprensión"

En el grupo de Facebook “Inmigrantes en Panamá” tuvimos oportunidad de leer un post de Juan Carlos Currás que quisimos compartir con todos ustedes. Esta es su visión de la emigración venezolana y la experiencia de sus padres, inmigrantes españoles:
Cada vez que leo una reseña de algún emigrante venezolano “maltratado” en su país destino, normalmente va acompañado por muchos otros comentarios que dicen que no es justo porque Venezuela siempre abrió sus brazos y acogió al inmigrante con amor. Aunque esto es bastante cierto, los que deben opinar si fueron bienvenidos sin maltrato deben ser los inmigrantes y no los anfitriones.
piso de maiquetia
Soy y siempre me he sentido venezolano. Mis padres nunca se esforzaron porque estuviésemos conectados con España. Sólo sabíamos que allá estaban los abuelos, tíos y primos pero las comunicaciones de entonces eran cartas cada dos meses. Sin duda, en la mesa de casa hubo platos españoles pero mi madre inmediatamente adoptó la arepa, el pabellón, el quesillo, las empanadas, las hallacas y, en general, toda la comida venezolana como nuestra.
Ahora bien, recuerdo no pocos incidentes en primaria en los que me decían “musiú” con desprecio y más de una vez recibí un chaparrón de algún idiota que me acusaba de ser familia de los colonizadores que habían asesinado a nuestros indios en el siglo XVI. Más o menos cuando tenía 10 años, durante el gobierno de CAP, comenzó una fuerte inmigración de colombianos y recuerdo el “mosca, con distancia, porque son unos ladrones”. A los chinos, los tratábamos y los tratamos de “chino” y con cierto aire burlón y hasta de superioridad y así, con cada grupo extranjero hemos tenido gestos de descortesía. Para encontrar las referencias de que dimos (o damos) tratos al extranjero que no lucen tan amorosos como creemos basta pensar en estos calificativos: “español de mier..”, “italiano pata podrida”, “portugués lambucio”, “turco ladrón”, “chileno estafador”, por sólo mencionar algunos “cariños” que recibieron las colonias más numerosas que se integraron en las últimas décadas a Venezuela.
Ahora bien, superado esos destellos xenófobos que están más asociados con ignorancia y poca educación que con la forma de ser del venezolano, nuestro país si permitió que el extranjero se mezclara y abundan las familias mixtas hoy en día. Los extranjeros de segunda mitad del siglo XX lograron establecerse y prosperar en Venezuela, aunque no fue tan fácil como muchas veces se comenta. Por ejemplo, la matraca y los maltratos en las oficinas de extranjería, eran y son delitos que nunca se pudieron denunciar.
Lo cierto del caso es que creo que ser inmigrante no es tarea fácil. Ni antes, ni ahora. La diferencia fundamental entre la inmigración que recibió Venezuela en los últimos sesenta años y la emigración venezolana que empezó hace quince, es que nosotros recibimos gente humilde, campesina y sin estudios que aguantaron callados y, ahora, estamos exportando profesionales, emprendedores y empresarios que saben cuidar sus derechos. Aun así, al emigrar siempre estaremos expuestos a la generalización y al maltrato por parte de los idiotas que hay en todos lados.
Todo nacional tendrá siempre recelo de la inmigración porque todos somos territoriales y el rechazo es quizá una manera instintiva de cuidar lo que siento mío, de mi familia y de mi gente. Paciencia, respeto y comprensión de lado y lado y a sacar el mayor provecho de la situación que viven nuestros países y hacen que la gente se mueve más allá de sus fronteras.
Publicado en el blog de Juan Carlos Currás