Dura realidad de la migración: ¡La Morriña también es venezolana! | YoEmigro.com

Dura realidad de la migración: ¡La Morriña también es venezolana!

El siguiente artículo fue publicado por Carlos Dorado en El Universal: Morriña: Palabra gallega que describe el sentimiento de tristeza por la lejanía del lugar de donde procede uno, de su familia, y de aquellas cosas, objetos y situaciones que lo evocan. ¿Qué no se ha dicho del emigrante? Te dicen emigrante cuando llegas, te dicen emigrante cuando regresas.

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Me acostumbré a ver muchos españoles y de otras nacionalidades llegando a Venezuela, pero nunca pensé que iba a ver tantos venezolanos llegando a todo el mundo. Vi gente llorar porque se venían, y ahora veo gente llorar porque se van, pero el equipaje sigue siendo el mismo después de cincuenta años: ¡La Morriña!

La tristeza de la separación, la promesa de volver, el recuerdo de lo normal que pasa a ser especial, lo especial que pasa a ser normal. Uno que trata de olvidar, y lo repite tantas veces que termina convirtiéndose en el efecto contrario; ya que nunca se deja de olvidar.

Sin embargo, el tiempo te va curtiendo, y comienzas poco a poco a olvidar, y lo llenas con lo que comienzas a ver, y te vas olvidando de lo que hacías y comienzas a aprender lo que hacen, hasta que llega un momento que dejas de ser del sitio del que te fuiste, pero no llegas a ser del sitio donde llegaste, y siempre tienes la sensación de estar a medio camino. Te vas y quieres regresar; regresas y te quieres ir. ¡Terminas estando en todos lados, y en ningún lado!

La añoranza, el recuerdo de esos domingos familiares, el sabor de Venezuela te ata, pero el deseo de un futuro mejor te impulsa, y serás como un barco que partió, pero sigue amarrado. Comparas todo el tiempo lo que viste y lo que ves, y te preguntarás mil veces si hiciste bien en tomar esa decisión; y unos días pensarás que fue la correcta, y al siguiente día pensarás lo contrario. ¡Dos diablitos opuestos en cada hombro de tu vida!
Es un poco morir por lo que dejaste, es un poco vivir por lo que encuentras, es morir, es revivir, es vivir la nueva rueda de tu vida. Dos países, uno que te desilusionó, pero que lo sigues queriendo con todo tu corazón, y uno que te ilusiona pero aún no lo quieres; uno que te hizo lo que eres hoy, y el otro que te convertirá en lo que quieres ser mañana.

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Pero ya nunca más volvemos a ser los mismos, porque lo que éramos queremos cambiarlo por lo que queremos ser. Queremos muchas cosas, pero tenemos que dejar muchas otras; es un trueque emocional, que como un buen cobrador, nos lo recordará todos los días. A veces gritamos en silencio. A veces lloramos, a veces lloramos sin lágrimas, porque hay recuerdos, costumbres, emociones, sentimientos que nunca te abandonan, y tendrás una nueva y fiel compañera en tu vida: ¡La Morriña!

La globalización no la inventaron los políticos, la inventamos los emigrantes impulsados por los políticos, que nos obligan a ser ciudadanos del mundo, a ser los nómadas de este siglo, a iniciar recorridos donde el desierto es el gran paisaje, a pesar de que algunos encuentren el oasis.

¡Somos los guerreros de este siglo! Y así terminamos siendo de ningún lado; pero nuestros hijos, nuestros nietos, nuestras familias serán de muchos lados, algo así como una torre de Babel, donde ya nadie nos preguntará por nuestros recuerdos, por nuestra tierra, por nuestro idioma; y toda nuestra valentía, nuestra tristeza, nuestra morriña, sólo quedarán para tema de alguna conversación futura donde dirán: “Mi abuelo, creo que era venezolano, pero no recuerdo de qué parte”.

¡Quién lo iba a pensar; que la morriña también sería venezolana!

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