La vida es eso y mucho más, por Elí Bravo | YoEmigro.com

La vida es eso y mucho más, por Elí Bravo

“La vida sí que es jodida”, comentó mi amiga tras un breve silencio. Madre divorciada con dos hijos adolescentes, uno de ellos autista, Meme es una mujer fabulosa que brega diariamente por la felicidad de su familia. Pero su comentario no tenía que ver con ella, sino con Claudia, un ser radiante, elevado, que entregaba amor en cada sonrisa. Pocos días atrás había fallecido y la noticia fue como un sablazo en el alma. “La vida es jodida y muchas cosas más”, fue lo único que atiné a decirle.
eli-bravo
Toda muerte abre preguntas, pero esta, por lo cercana y sus circunstancias, mucho más. ¿Cómo es posible que una mujer con una vida tan sana y espiritual se apagara de esa manera? A Claudia le habían diagnosticado un tumor cerebral apenas dos semanas atrás. El dolor de su partida se sumó al que ya sentíamos los amigos y la familia, porque diez meses antes su hermana Andreína, otro ser maravilloso, profesora de yoga y madre entregada, había fallecido en un trágico incidente. Ambas se fueron en menos de un año, así, de golpe, dejándonos a todos con una profunda tristeza y preguntándonos cómo es posible que la vida se las llevara precisamente a ellas, personas tan llenas de una hermosa energía, madres de niños pequeños, esposas de hombres que las amaban infinitamente. Ellas, dos personas de luz. ¿Es que acaso la vida no entiende de justicia?
Claudia tocó mi vida muy hondo. Hace más de veinte años, durante una época intensa y asombrosa, bailamos, viajamos, reímos y lloramos. De allí quedó una relación tejida con amor genuino que el tiempo se encargó de adornar. Al verla te invadía una alegría cálida, una emoción enlazada a su corazón generoso, así como una de las sonrisas más hermosas que he visto jamás.
De aquellos momentos recuerdo especialmente un domingo en el que Claudia me invitó a subir al Ávila. Quería mostrarme su lugar secreto en la montaña. Ascendimos sin prisa, disfrutando el aire y los árboles; de pronto, tomó un sendero casi invisible hasta alcanzar unas rocas de gran tamaño. De lo alto, entre ramas y musgo, manaba un riachuelo que, tras hacer pausa en un pozo cristalino, seguía su curso montaña abajo. “¿No es hermoso?”, preguntó mientras mojaba sus pies descalzos en el agua. Sin duda lo era y jamás he regresado a ese lugar que solo Claudia conocía.
Ahora, cuando pienso en ambas, cuando escucho y leo a tantos amigos devastados con sus partidas, atónitos ante el vacío y las misteriosas formas que tienen la vida y la muerte ante nuestros ojos, el recuerdo de aquella tarde de domingo adquiere un nuevo significado.
Claudia y Andreína, al igual que tú y yo, son parte del río de la vida que nos va llevando. Ambas fluyeron en este pozo donde todos nos sumergimos y conectamos durante un tiempo.
Luego, ellas siguieron río abajo, como nos ocurrirá a todos, mientras experimentamos cosas maravillosas: regar otras raíces, evaporarnos a ratos, colarnos entre las rocas o regresar como una lluvia. ¿Acaso no somos tres cuartas partes de agua? Nos transformamos, de alguna forma u otra, ocurre.
La vida es a veces jodida, muy cierto, y a veces es maravillosa. También es muchas otras cosas. En definitiva, es como es, aunque no podamos entenderla. Y es fascinante la oportunidad que nos brinda al cruzarnos con seres que nos llenan el corazón hasta rebosar, observando nuestra humanidad tan vulnerable, mortal e impermanente, sobre todo cuando esta se revela con mayor intensidad, sea por el dolor y la rabia de las despedidas o la apreciación del regalo que significa cada presente.
Cagüi, nos vemos en algún lugar de la montaña.
Elí Bravo

Related Topics