Crudo y doloroso testimonio: Al fin me fui de Venezuela, contra viento y marea lo logré

Crudo y doloroso testimonio: Al fin me fui de Venezuela, contra viento y marea lo logré

Cuando puse un pie en el aeropuerto de Madrid no lo podía creer, la emoción era tan grande que se me salieron las pocas lágrimas que me quedaban, luego de todo lo que tuve que hacer para este momento, no podía creerlo, tantas veces que pensé que sería imposible, que no podría y que jamás lograría mi sueño de emigrar.

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No puedo negar que me da rabia que pospuse mi viaje casi dos años para esperar a que mi novia se graduara en la universidad y así poder venirnos juntos y faltando pocos meses para eso, de la nada y sin saber por qué, terminó conmigo alegando que estaba “confundida” sobre el rumbo que quería para su vida, porque “luego de graduarse ya no se iba a sentir representada por mí, un simple bachiller sin futuro y sin familia”.

Así que ahora estoy aquí, en Madrid, con una emoción sólo comparable con el frío que siento en esta habitación sin calefacción en la que estoy viviendo, nunca pensé que eso sería un problema, porque jamás había vivido un invierno. Parte del dinero que me traje lo gasté en abrigos y ropa para poder vivir y dormir, casi todo lo compré en una tienda llamada “Humana” en la que venden ropa de segunda mano en perfecto estado y muy barata. Y mientras busco trabajo, estoy estirando lo que más que pueda el dinero que me traje comiendo más que nada vegetales y granos. Lo más barato. Y a todos lados voy caminando, así hago ejercicios y ahorro en transporte público. Estoy en otro país, todavía sin ingresos, tengo que hacer el esfuerzo máximo para no gastarme el dinero.

Irme de Venezuela fue toda una odisea, quizás el que mi novia terminara conmigo de la forma tan cruel como lo hizo sirvió como el disparador que me hizo tomar las fuerzas necesarias y ponerme en marcha; para conseguir el dinero me tocó vender lo poco que tenía, mi celular, el televisor, el Blu-ray, unos cd originales, el aire acondicionado de mi cuarto, dos pares de zapatos, unos libros, toda la ropa que no me iba a traer, un perfume Calvin Klein original que estaba por la mitad, el reloj, seis desodorantes Gillette que me habían traído de Panamá y hasta el anillo de compromiso que había comprado para pedirle matrimonio a mi novia, entre muchas otras cosas.

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No fue mucho lo que logré reunir, apenas poco más de mil euros sumando todo, absolutamente todo lo que pude conseguir, mi plan era venderlo todo, y aunque parezca mentira lo logré, hasta las medias que no me iba a traer las vendí, tenía demasiados años queriendo huir y las ganas de irme de ese país eran tan grandes que les aseguro no volveré más nunca, no tengo nada que buscar allá.

Gracias a Dios ya había apostillado el título de bachiller y las notas, el pasaporte venezolano aún le quedan dos años de vigencia y el pasaporte portugués, lo único que tengo o conozco de mi papá, lo renové hace nada.

Mientras vendía todo me enfoqué en buscar el pasaje, un amigo me dijo que en la página web de Conviasa era posible conseguir pasajes si los buscabas con calma, haciéndolo metódicamente todos los días y así hice, tres o cuatro veces al día me metía en la web, probaba con diferentes fechas hasta que un día me apareció un pasaje disponible, era sólo ida, mejor aún, porque con mi pasaporte portugués no necesito un pasaje que no usaré, porque a Venezuela no vuelvo.

El pasaje era para dentro de tres semanas, lo compré inmediatamente. Listo, ya tenía fecha, renuncié al trabajo y me dediqué a vender todo lo más rápido posible y a comprar euros o dólares. Llegué a un acuerdo con la empresa, me dieron un 70% de lo que me tocaba, pero me lo dieron de inmediato, si no me habría tocado tener que esperar como tres meses, no podía. Perdí, pero gané.

Hacer todo eso me mantuvo con la mente enfocada en algo y no me dio tiempo de vivir el despecho por la ruptura con mi novia, pero, como siempre, el tiro de gracia vino cuando menos lo esperaba; el día que estaba en el aeropuerto, ya había chequeado, pasado por migración y estaba paseando por el largo pasillo de Maiquetía cuando me llega un WhatsApp de mi mejor amiga, para decirme que acababa de ver a mi ex almorzando en un restaurante muy apapachada con un tipo lengua y lengua.

Ahí comprendí que ahora sí no había nada en Venezuela para mí, le agradecí y comencé a llorar en silencio en el asiento del aeropuerto mientras se hacía la hora del despegue.

Ese viaje de casi ocho horas me sirvió para drenar todo, fue casi una metamorfosis, una transformación de alguien traumatizado, decadente, despechado, traicionado, dolido y golpeado por la vida y por el amor de su vida en una persona nueva, en alguien que está llegando solo a una ciudad nueva, a un país nuevo, sin nada que lo amarre a su anterior yo, que será capaz de lograr todo lo que se proponga, porque nada se interpondrá entre el éxito y yo. Porque me lo merezco.

Escrito por: Andrés Goncalves

Este artículo de opinión fue enviado al correo [email protected] por su autor