Tu relación con el país anfitrión | YoEmigro.com

Tu relación con el país anfitrión

El siguiente es un artículo que Marcos Viniegra quiso compartir en nuestro grupo de Facebook y nos ha gustado tanto que decidimos publicarlo en esta página web. A continuación el texto original:
Venezuela-Panamá
No he sido inmigrante, pero algo debo llevar en la sangre porque por 120 años mi familia (padres y abuelos) lo han sido.
He leído en muchos sitios sobre el trato despectivo y la mala reputación que los venezolanos se están ganando en varios países, énfasis Panamá, por la forma en cómo se dirigen y expresan del país que los aloja y de la gente que los rodea. Algunas de estas reacciones locales pueden ser genuinas respuestas ante una percibida afrenta a lo que para otros es lo suyo (su país, gentilicio, costumbres y valores) en otros casos creo que puede llegar a ser el inicio de una corriente de xenofobia.
Independientemente de lo que sea, vemos en Venezuela que la masa migratoria es algo diferente a la que nuestro país acogió por muchos años, cuando desde los años cincuenta llegaron cientos de miles de Europeos (Italianos, Españoles y Portugueses principalmente) y luego en los setenta sur americanos (Argentinos, Colombianos, Ecuatorianos y Chilenos principalmente) En aquellos casos la masa inmigratoria no era parte de un grupo demográfico altamente preparado desde el punto de vista académico, sino por el contrario fueron principalmente refugiados y personas huyendo de los efectos de la Guerra y las Dictaduras militares o incluso de la pobreza.
El resultado de esas inmigraciones, en mi opinión viciada por descender de aquellos inmigrantes, fue en general positivo y creo que el secreto que tuvieron esas personas fue aceptar el país receptor y compaginar su amor y orgullo patrio nacional con la adopción del nuevo hogar y sus costumbres.
Me aburro en el buen sentido de ver Españoles, Italianos, Argentinos, Chilenos, Colombianos y pare de contar que muestran un genuino amor a este país. Eso no ha hecho que pierdan el amor a sus tierras de origen.
Y creo que el secreto de todo es la tolerancia, de ambas partes, a lo que ofrezco lo que en mi humilde capacidad intelectual es una analogía: el matrimonio.
Todos somos criados en el seno de una familia y adoptamos sus costumbres, principales valores y sentido de pertenencia. Para la mayoría de nosotros (me incluyo) la madre es la mujer de tu vida, quien te trajo el mundo, quien te ayudo a caminar por primera vez, te protegió, cuidó y educó y lo hace de una u otra forma hasta el final de los días. Tu padre toma un papel exactamente igual y a los efectos lo hacen los hermanos y familiares mas cercanos.
Como la razón de ser del humano es la perpetuación de la especie por medio de la reproducción, el amor y la realización, la mayoría de nosotros deseamos conocer a esa persona especial, mujer u hombre que nos acompañará en nuestras vidas. Y entonces llega el choque de costumbres, intereses e incluso competencias emocionales.
Para muchos hombres es difícil asumir que antes del esposo existió el padre de la mujer que aman y la situación tuya mujer es similar, antes de conocer a tu esposo o pareja su madre fue y es la mujer de su vida. De alguna u otra forma aprendemos a compaginar esa realidad y le damos un justo lugar a cada situación y es que es la garantía de una relación estable y feliz que el hombre y la mujer aprendan a aceptar la familia, entorno, costumbres y creencias de aquellas personas con quienes deciden unirse para siempre y lograr con ello un equilibrio. Amo a mi madre, mi esposa y mi hija, son palabras típicas de un padre casado con una hija.
¿Es tan difícil aceptar esa analogía con la inmigración?
Contrario a lo que dijo Margaret Tatcher (de quien difiero en este aspecto pero respeto en muchos otros) las sociedades no son tan solo un cúmulo de familias carentes de mayor conexión, son un grupo humano regido por valores, principios, expectativas e historia similares. Y llegar a esa sociedad y no querer convertirse en un paria, antisocial, rechazado o frustrado, trae consigo aceptar esa realidad y en mi humilde opinión, después de traer la analogía de la relación humana mas básica, requiere de un esfuerzo bidireccional que el país receptor del inmigrante está haciendo de una u otra forma (a menos que seas un ilegal!)
Creo que es responsabilidad de todos los que asumen ese gran paso poder dejar complejos y chovinismos detrás y aceptar su nuevo país como lo que es, el país de su elección, el que lo aceptó y en el que quiere conseguir su realización en la vida. No deja detrás y por sentado que tuviste y tienes todavía un país, una madre o padre patria, como el amor que profieres a tu esposa/esposo y a tus hijos no deja de lado el amor incondicional y único que solo un hijo tiene hacia sus progenitores.
Y no me canso de asombrar de lo agradecido y útiles que fueron esa gran inmigración de los años 40-50-60-70-80 a nuestro país y como, con mínimas excepciones, han aprendido a amar nuestro país con el mismo calor con el que amaron el suyo.
Si ustedes creen que hay otra alternativa a buscar, opinen, pero no podré sino desearles en tal caso, mucha mucha suerte, porque hay que tener suerte para recibir el amor de alguien de quien denigras.