Testimonio con mucha realidad: Hablemos de Chile y de Venezuela | YoEmigro.com

Testimonio con mucha realidad: Hablemos de Chile y de Venezuela

Este interesante artículo de Héctor Núñez, Presidente Honorario de la Asociación de Escritores de Guayana (AEG), fue publicado en CorreoDelCaroni.com:

Venezuela-chile

La mayor parte del artículo de este año no fue escrita por mí sino por mi hermano, Ramón Núñez, actor, director de teatro, profesor de teatro de la Universidad Católica de Santiago y receptor del Premio Nacional de Artes.

A pesar de tener Libertadores diferentes, Bernardo O’Higgins, el de Chile; Simón Bolívar, el de Venezuela, siempre ha habido una fraternal relación entre ambos países. En una carta de abril de este año, mi hermano dice:

Las imágenes que nos llegan desde Caracas mostrando esas multitudinarias y heroicas manifestaciones del sufriente pueblo venezolano, no debieran dejarnos indiferentes. Venezuela fue un refugio cálido y generoso para muchos exiliados chilenos en tiempos difíciles. He escuchado el testimonio de algunos de ellos y todos coinciden en recordar el afecto y la solidaridad del pueblo venezolano con los chilenos de la diáspora de la dictadura. Entre ellos el poeta Gonzalo Rojas, que vivió en Caracas. Él relata: «Tengo de Venezuela los más bellos recuerdos. Nunca olvido que llegué allí desde una Alemania Oriental muy sombría. Fui acogido por mis grandes amigos. Viví feliz en Venezuela y trabajé mucho”. Ahora nos toca a nosotros abrir los brazos a ese pueblo desbordante de energía, que hoy está cruzando su propio infierno, su noche oscura de la historia.

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No podemos olvidar que hasta este extremo sur del planeta llegó en el siglo XIX un venezolano ilustre, Andrés Bello, huyendo de una de esas turbulencias que cada cierto tiempo hunden en el extravío a nuestra América Latina.

El trauma del caos político y social vivido por su generación despertó en él una «pasión por el orden» que de alguna manera heredamos de él y que nos dio décadas de estabilidad. A él le debemos todo: el Código Civil, la creación de la Universidad de Chile, su revolucionaria Gramática y las semillas de una cultura humanista, en un país que entonces no era más que una aldea. (Como contrapartida, recordemos que fue un chileno, el padre José Cortés de Madariaga, quien provocó la salida del español Emparan en un cabildo en Caracas el 19 de abril de 1810).

Uno de nuestros padres de la patria es, entonces, un venezolano. A lo mejor, muchos nuevos Andrés Bellos están llegando entre los miles de venezolanos que hoy se están domiciliando en Chile. Converso mucho con ellos y así aprendemos a mirarnos en la diferencia y la complementariedad y enseñarnos unos a otros. Me alegro cuando escucho el acento venezolano en la calle o en el metro. El otro día degusté una mítica «arepa» en un café de venezolanos. Cerré los ojos, y la «arepa» fue mi visión de un país que me gustaría conocer más, un país de dos rostros, uno violento, el otro muy dulce.

Sería interesante que los inmigrantes dijeran qué perciben y qué «degustan» de nosotros. Andrés Bello, en una carta escrita a un amigo, decía de Chile: «El país hasta ahora me gusta, aunque lo encuentro algo inferior a su reputación, sobre todo en cuanto a bellezas naturales. Echo de menos nuestra rica y pintoresca vegetación y aún algo de la civilización intelectual de Caracas, en la época dichosa que precedió a la revolución. En recompensa, se disfruta aquí de verdadera libertad, el país prospera, las gentes son agradables, y el trato es fácil». Por mi parte, en cada venezolano que saludo veo a un bisnieto de Bello y me dan ganas de abrazarlos a todos. Cuando los abracemos, no olvidemos que nos estamos abrazando a nosotros mismos, pues una parte muy importante de nuestra identidad más profunda se la debemos a ese venezolano que traducía a Virgilio y Víctor Hugo y nos enseñó que «todas las verdades se tocan».

La verdad y el destino de Chile y Venezuela se tocan en alguna parte. Nuestro exilio de ayer es el exilio de ellos hoy, y la dictadura que los agobia -aunque de distinto signo- es como la dictadura que sufrimos ayer. Salgamos a la calle entonces a clamar por su libertad, como ellos clamaron con pasión por la nuestra.

Por: Héctor Núñez, Presidente Honorario de la Asociación de Escritores de Guayana (AEG)

[Fuente: Correodelcaroni.com]