Testimonio: Madrid es hermosa, pero extraño a Venezuela

Testimonio: Madrid es hermosa, pero extraño a Venezuela

Hace casi dos años y aún me parece que fue ayer cuando decidí agarrar mis cosas e irme de Venezuela, decirle adiós a mi mamá, a mi perrita Canela y a mi hermana menor en el piso del aeropuerto internacional de Maiquetía mientras nos abrazábamos entre lágrimas diciéndonos que todo es por un bien mayor.

Luego que secuestraran a mi prima y mataran a una compañera que se graduó conmigo, mi mamá decidió que lo mejor era que aprovechara la nacionalidad española que tengo por mi papá y me fuera a vivir para Madrid, que llegara a casa de mi tía, quien amablemente se puso a la orden para recibirme “por máximo tres meses”.

Aún recuerdo los abrazos de mis amigas en la fiesta de despedida que me hicieron en la finca del papá de una de ellas, fue demasiado divertido, en la piscina, con aquella parrillada gigantesca, tomándonos unas caipiriñas que prepararon, nos emborrachamos y amanecimos tiradas en el piso, con ese aire acondicionado a toda mecha, pero felices en nuestro terruño.

Madrid es bella, es una ciudad que despierta emociones, pero no es mi Maracay querida, la gente es amable, pero muy tosca al hablar, a veces siento que me están regañando cuando no es así, aún no me acostumbro a eso, sigo anhelando la tersura en el tono de voz de los míos.

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Es duro estar lejos de la patria, estuve sólo dos meses en casa de mi tía, conseguí un curro y alquilé una habitación, gano lo suficiente para pagarla, para cubrir mis gastos y aún me queda para ahorrar algo, pero igual, a veces quisiera estar sufriendo sin leche o sin comida sólo para poder dormir con el abrazo de mi mamá o jugar con mi canela que la extraño a morir.

Son casi dos años y todavía no me adapto a los cambios de estación, a guardar una ropa y sacar otra, se me olvida ver la predicción meteorológica para saber si salgo con camiseta o con chaqueta, o si llevo paraguas o me evito ese peso en el bolso.

Son muchas cosas, son tantas que lo único que pido cada noche cuando rezo antes de dormir, es que mi Venezuela se arregle para poder devolverme y ser feliz allá junto a las personas que amo.

María Laura Gómez

Este artículo de opinión fue enviado a [email protected] por María Laura Gómez, inmigrante venezolana residenciada en Madrid