Hace año y medio que me vine a Panamá, lo hice porque según todo el mundo era la panacea, el mejor sitio del mundo para emigrar, además, tenía dinero para comprar un pasaje a Panamá o para Aruba y, bueno, aquí estoy, pasando las de Caín en esta tierra inhóspita, calurosa y húmeda de gente maleducada y malhumorada.
En Panamá, para los panameños, no importa si tienes papeles o no, porque en el momento que te escuchan el acento venezolano, de inmediato cambian el tono de voz, comienzan a mirarte como con rabia y, si estás buscando trabajo, lo más seguro es que ni te reciban el currículum o te salgan con una patada o con la típica “el aeropuerto está abierto 24 horas al día, si no le gusta lárguese” o por supuesto, “váyanse a su país, aquí no los queremos”, entre otras peores.
Cuando llegué a Panamá lo hice con el mejor de los ánimos, la mayor de las energías, con agradecimiento, humildad y mucho entusiasmo, siempre con el respeto por delante, dando los buenos días, tardes, noches, daba paso a las personas en el metro, llegaba a un sitio y saludaba, siempre con la sonrisa por delante y buscando adaptarme, integrarme, aprenderme las palabras usadas, quería aportar, ayudar, ser constructivo y productivo para esta sociedad.
Mi mayor interés era dar el 100% por Panamá, ayudar en lo que pudiera para que este país crezca, ser humilde y agradecido con Panamá y los panameños, pero, con el paso del tiempo, al ver que me cerraban las puertas, me maltrataban, me ofendían y menospreciaban sólo por ser extranjero comencé a preguntarme si había llegado al sitio equivocado. Conseguí en un par de sitios, pero me explotaban y pagaban una miseria, además que me trataban muy mal, casi como si fuera su esclavo.
Pero seguí adelante porque en mi país dicen “pa’ tras ni pa coger impulso” y paralelo a buscar trabajo y oportunidades en empresas de panameños también lo hice en empresas de venezolanos apelando al buen corazón para apoyar a un paisano y pensé que tenía razón, conseguí trabajo en varios negocios de venezolanos, autolavados, restaurantes y negocios de esos, me pagaban menos que los panameños, me explotaban más, pero al menos no me gritaban y ofendían.
En este trajín llevo año y medio, pensé que iba a ser diferente con el tiempo, pero cada vez ha ido empeorando, no aguanto más este país, me voy y le digo a todos, no importa si tienes papeles o no, porque yo los tengo y es como si no lo tuviera, porque cada vez es más difícil.
No se vengan a Panamá, no lo hagan, este país no vale la pena, los panameños son maleducados, déspotas, ofensivos, soberbios y faltas de respeto. Si se van de Venezuela, eviten venir a este país, yo estoy reuniendo para el pasaje y así poder irme y no volver a pasar por aquí pero ni para hacer escala en el aeropuerto.
Autor: José Venezolano (nombre ficticio para evitar represalias).
Este artículo de opinión fue enviado al correo [email protected] por su autor
4 de febrero de 2017Opinión
