Racismo y xenofobia: El Reino Unido sale del armario

Racismo y xenofobia: El Reino Unido sale del armario

El ‘brexit’ ha permitido salir del armario al inglés racista. Envuelto en la Union Jack, el God Save the Queen, los restos emocionales del difunto imperio victoriano y el ‘apple pie’, el votante malhumorado, el hooligan rubicundo de toda la vida, ha descubierto la pócima mágica en la que disimular su xenofobia a flor de piel. Ya puede gritar al diferente, sea musulmán, negro o polaco, “vete a tu país” sin parecer un desalmado. Ahora es un patriota de pro que defiende la inglesidad frente a las hordas comunitarias.

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Escribí inglés y no británico porque el Brexit es un asunto de la Inglaterra profunda, del mundo rural y jubilado, de los que consideran que ser inglés es un título nobiliario que exige una pureza de sangre que se agria si uno de los progenitores es extranjero. En ellos anida el orgullo de “mejor solos”. Ansían volver a lo que fueron antes de la Segunda Guerra Mundial cuando el invento de la Commonwealth les permitía creerse alguien en un mundo en el que ya no eran nadie.

La caja de Pandora está abierta y no solo para la UE. Escoceses y norirlandeses que votaron no al Brexit se sienten ninguneados, metidos en un autobús con destino incierto para el que no se sacaron billete. Está en juego el Reino Unido como nación y un segundo referéndum en Escocia, que ha visto en el Brexit la oportunidad de separarse y permanecer en la UE. Una carambola imposible a corto y a medio plazo. Es un efecto colateral que forma parte del ruido de la negociación con la UE, podría ser parte del precio que Londres tendrá que pagar por el placer de creerse libre.

DIVORCIO DIFÍCIL

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Se trata de un divorcio que difícilmente será de terciopelo, como el de checos y eslovacos. En los casos de desamor se habla demasiado de dinero. La primera ministra británica, Theresa May, ha lanzado un primer envite, o un farol: al abandonar la UE no deberán nada a los Veintisiete. No es el criterio de la UE. Hay gastos comunes, deudas pendientes que resolver.

Estamos ante cuatro opciones: ‘brexit’ duro, ‘brexit blando’, salida unilateral y segundo referéndum. La última solo sería posible si el precio a pagar fuese tan alto que obligara a una nueva consulta sobre el acuerdo de salida. No es realista pensar en un giro copernicano y menos ahora que la presencia de Donald Trump al otro lado del Atlántico insufla aire a la utopía de un Reino Unido solo y triunfante.

Nueve meses después del referendo que abrió el armario, May ha activado el artículo 50 que regulará el proceso de desconexión. Existen mapas de navegación (los tratados), pero estos y los planes suelen resistir mal el contacto con el enemigo. Los eurofóbicos han vendido a sus seguidores un paraíso post-Brexit que tampoco va a resistir el encuentro con la realidad. Pasarán otros seis meses antes de que arranquen las verdaderas negociaciones. Nada se va a mover antes de las elecciones alemanas.

APROBAR ENTRE 800 Y 1.000 NORMAS

Las partes disponen de dos años para alcanzar el acuerdo de divorcio. No hay tanto tiempo. La agencia de noticias económicas Bloomberg informaba esta semana de que el Gobierno británico deberá aprobar entre 800 y 1.000 normas legales que corrijan las leyes europeas. Hay cerca de 19.000 piezas legales en vigor, según la biblioteca de la Cámara de los Comunes, según cita la agencia. La complejidad es enorme.

La UE necesita una negociación firme para desalentar nuevas fugas aunque muchos firmarían hoy una salida exprés de Polonia y Hungría, dos países que navegan peligrosamente en la posdemocracia. Pero también necesita un buen acuerdo que preserve las futuras relaciones comerciales y puestos de trabajo. Estamos ante una partida de póker regada de envites y órdagos: el futuro de la City, los comunitarios en el Reino Unido, programas de cooperación científica, etc. El tono negociador nos dará la pauta de si estamos ante un choque de trenes.

En mayo tendremos nuevo presidente en Francia (si fuera presidenta sería una pésima señal porque la única mujer con posibilidades es Marine Le Pen, defensora del ‘Francexit’, xenófoba y antieuropea. En septiembre renovará el cargo Angela Merkel o gobernará el SPD de Martin Schulz, quien cotiza alto en las encuestas. Los dos motores continentales tendrán liderazgos claros y fuertes. Con el ‘brexit’ y Trump en el horizonte, la UE se encuentra ante la oportunidad de rescatar el sueño de Europa. La receta sería más democracia en sus instituciones, más ciudadanía y derechos en las decisiones y más atrevimiento en los objetivos. No es fácil ser optimista con el actual plantel de líderes entre los que destaca Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, símbolo de la Europa madrastra, torpe, fría y preponte.

Título original: El Reino Unido sale del armario

Escrito por Ramón Lobo (@ramonlobo) para El Periódico.