“La patria es la que te da el pan”, dice una frase en una de las paredes de la Casa del Migrante en La Paz. La frase le dio fuerza a una familia venezolana, que vio interrumpido su viaje al huir de la crisis de su país rumbo a Argentina. Nunca esperaron pasar la Nochebuena y la Navidad en Bolivia.

Ayer por la mañana, la venezolana Yamileth Pérez, de 29 años, preparaba los alimentos que se sirvieron en el almuerzo de Navidad en la Casa del Migrante, ubicada en la zona Ciudadela Ferroviaria.
“Lo que más extrañamos los tres (en Nochebuena) fue la familia. Eso es lo que más a uno lo detiene; pero ya llegamos a un punto que tuvimos que salir, cada vez es más difícil todo. No nos sentimos tristes, creo que el agradecimiento le ganó a la tristeza (…). Ahora vamos a compartir un almuerzo en familia, con colombianos y una peruana”, contó la periodista venezolana.
Admite que pasar la Nochebuena lejos de su familia fue una batalla contra la nostalgia que se afincaba en añorar a los que dejaron en Venezuela y a quienes los esperan en Argentina.
Arroz, verduras, papa y carne al horno fueron parte del almuerzo. Mientras los preparaba, Pérez explicó para la cena de Nochebuena en su natal Maracaibo se prepara hallaca (o hayaca), un tamal típico de Venezuela relleno con guiso de carne de res, cerdo y gallina o pollo.
Llegó a Bolivia el 13 de diciembre junto a su esposo y su hija. Presentar el certificado de nacimiento de la pequeña no fue un problema para transitar los otros países, pero esto no es válido en Bolivia. Así que tuvieron que quedarse, pagar una multa y tramitar un “certificado de nacionalidad” en la embajada de su país para seguir el viaje. Hoy parten hacia su destino, Argentina.
En otra parte de la casa, los hombres se encargaron de la preparación de la carne, Gustavo Córdoba, el esposo de Pérez, dijo que si bien en el pasado podían celebrar la Nochebuena cenando con la familia en un restaurante o un hotel en Venezuela, ahora al ser migrantes están conscientes de que no se tiene nada más que lo que se lleva en la mochila.
Esa es una sensación que no se puede explicar hasta que se experimenta en carne propia. Cree que pasar Nochebuena en un hotel con su familia hubiera sido mucho más triste que estar en la Casa del Migrante.
“Pasar Nochebuena lejos de la familia es muy fuerte, pero es una experiencia para aprender, es una lección de humildad (…). Antes de llegar a Bolivia nos ha tocado dormir en una acera en la frontera con Perú, en Tacna; armé una especie de refugio ahí con las maletas y yo le decía a mi hija en brazos, ‘este es nuestro pesebre y esta es nuestra travesía’. Ella fue muy valiente”, recordó el contador de 31 años.
Ambos coinciden en que lo hacen para que su hija tenga un futuro lejos de la crisis de su país, donde el salario mensual oscila actualmente en diez dólares, mientras que un kilogramo de carne cuesta siete dólares. Van dispuestos a trabajar de lo que sea para lograr la estabilidad económica y tranquilidad.
Por su parte, el director de la Casa del Migrante, Gregorio Alejo, contó que la Nochebuena se celebró con una misa y la adoración del Niño Jesús.
“Procuramos que haya espacios para compartir para que se sientan en familia, los miembros de la parroquia y de la comunidad vienen y están con las personas que llegan a la casa”, destacó el padre Alejo.
La familia recibió la ayuda de una persona de Migración en Desaguadero, frontera con Perú, que los ayudó y encaminó a la Casa del Migrante y la Embajada de Venezuela en La Paz.
El hermano Salmón Vieira detalló que en este momento hay ocho personas en la Casa del Migrante. Actualmente, la mayoría de los que llegan provienen de Colombia y, en segundo lugar, de Venezuela.
Al ser de Brasil sabe muy bien lo que se siente pasar las fiestas navideñas lejos de casa.
“Yo vivo con ellos, sé lo que es extrañar y pensar en compartir los momentos importantes con la familia, pero al colaborar todos juntos generamos una conexión que existe en las familias. No debemos olvidar que la familia de Jesús también fue migrante”, indicó el hermano Vieira, el encargado de la casa.
“Uno no se va de su patria porque no la quiera, por decisión propia, uno se va porque no tiene alternativa (…). Vendimos todo lo que teníamos”, dijo Córdoba al concluir la entrevista.
Como esta familia joven, cientos de venezolanos pasaron este año por la Casa del Migrante. Al retomar el camino hacia su destino no solo llevan lo que tienen en la mochila, su patria también va con ellos.