“Por qué me fui de Venezuela”, historias de migrantes en Argentina | YoEmigro.com

“Por qué me fui de Venezuela”, historias de migrantes en Argentina

La Organización Internacional para las Migraciones junto a Organismo de las Naciones Unidas para la Migración y el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, informaron que el número de refugiados y migrantes de Venezuela en todo el mundo ha alcanzado los tres millones.
En el relevamiento, se detalló que los países de América Latina y el Caribe albergan a aproximadamente 2,4 millones de esas personas, mientras que otras regiones han recibido a los restantes 600.000.

Entre los destinos, muchos de ellos eligieron a la Argentina para volver a empezar. Según la Dirección Nacional de Migraciones (DNM), en 2018 hubo 70.531 venezolanos que presentaron la documentación correspondiente para radicarse en el país. En 2016, Venezuela era el quinto país en la lista de radicaciones, detrás de Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia. Dos años después se ubicó en el primer puesto.

La DNM también informó que, de 2012 a la fecha, entre temporarios y permanentes, fueron 127.152 los venezolanos que vivieron en Argentina. Gran parte de ese número se sumó a la PEA (población económica activa) por tratarse de gente joven. En general, son profesionales o tienen estudios universitarios o estudian en alguna facultad y se integran al mercado laboral formal.

María Carolina Roldán nació y creció en Maracaibo, segunda ciudad más poblada de Venezuela. Se escapó de allí en octubre de 2016, cuando emprendió un viaje junto a Sara, su hija, quien actualmente tiene 10 años. “Elegimos Argentina por la facilidad de los documentos. Era preocupante para mí llegar a un país ilegal, no queríamos estar así. No había ninguna opción de venirme sin mi hija”, dice a Infobae.

La decisión de emigrar respondió a diversos factores ocasionados por una crisis social, laboral y económica que transformó su vida. Carolina se separó del padre de su hija, quien no quiso abandonar su país. Y con la ayuda de su hermana, que actualmente vive en Estados Unidos, arribó a Buenos Aires. “Trabajé en una zapatería y en una librería. También en un kiosco durante tres semanas. Pero me pagaron $1.000 y me fui. Lo más estable que encontré fue manejar. Estoy manejando como chofer desde mayo desde 2018“, cuenta la mujer de 38 años.

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Sus primeros cinco meses laborales transcurrieron sin inconvenientes. Sin embargo, todo cambió durante la madrugada del 27 de septiembre: “Me levanté a las 4 y me encontré con el auto quemado, con la inscripción Uber, cuando nunca trabajé para Uber. Me vine de mi país para esquivar estas situaciones y me encontré con esto, que no lo merecía“, recuerda.

Una semana de angustia y una para renacer: Carolina regresó a la calle para pedir trabajo, repartir currículums y solicitar recomendaciones para volver a manejar. Y lo logró. “Tengo derecho a un día libre a la semana, pero no me lo tomo. Mi ingreso es por producción. Lo que haga en la semana es lo que luego voy a cobrar”, explica.

Sobre su familia, Carolina cuenta que habla con su papá todos los días: “Él no me abandonó nunca. A veces siento que no quiero hablar tanto porque me duele no tenerlos cerca. Pasar los cumpleaños cuando yo los pasaba en casa de mi papá, duele. Pasar una Navidad con mi hija, solas, duele. Esto no lo elegimos nosotros, no soñábamos con irnos a la Argentina. En un futuro vamos a poder volver. Había perdido las esperanzas, pero si mi país se libera, yo voy a volver”.

Volver a empezar

Lormys Rojas sonríe. Incluso después de soltar algunas lágrimas al recordar a sus padres, que están en Cantaura, Venezuela. “Por su estado de salud y su edad avanzada no los pude traer”, cuenta a Infobae.

Administradora de empresas, llegó a la Argentina hace casi tres años. Su plan, según recuerda, le parecía bastante raro a sus allegados y amigos: tenía hijos grandes, más de 40 años y una carrera en su tierra vinculada con distintos proyectos petroleros. Sin embargo, decidió irse para volver a empezar.

“Por lo general son jóvenes los que se marchan. Pero yo quería cambiar el rumbo, buscar otros horizontes”, asegura.

En 2015 empezó a planificar su partida. Le costaba dejar a sus hijos, que ya habían terminado el colegio y estaban por empezar sus carreras universitarias.

Estuvo un tiempo en Italia, pero no funcionó. Por unos conocidos llegó a Buenos Aires y desde entonces hizo de todo. Trabajó en casas de familia limpiando, cuidó a una persona mayor, administró un consorcio. Poco a poco, pudo ahorrar para que sus hijos pudieran salir de Venezuela. Hoy todos están en Buenos Aires, incluso el pequeño nieto de Lormys.

“Cada venezolano con quien me encuentro tiene el mismo sentimiento. Es el hecho de pasar mucho tiempo sin poder ver a tu familia. El problema siempre está en saber que los que se quedaron no están con todas las comodidades ni las facilidades con las que puede estar uno”, afirma y se conmueve.

De la capital de la música al mundo

César Pérez nació en Barquisimeto, una localidad ubicada en el oeste de Venezuela, a la que todo el mundo señala como la ciudad musical del país. Como no podía ser de otra manera, desde pequeño el joven -que hace ocho meses se mudó a Buenos Aires y trabaja todos los días en el subte porteño con su fagot o su saxofón– encontró en la música una verdadera pasión.

“Me dedico enteramente a la música: trabajo y vivo con la música en el subte y en diversas orquestas. Entre ellas, soy parte de un hermoso proyecto que se llama Latin Box Machine”, asegura el artista, que siguió en su país natal la carrera musical en diversas instituciones prestigiosas y llegó a hacer un posgrado para especializarse en docencia.

“Es muy difícil lo que está sucediendo, de verdad que esta es una opinión muy personal porque no soy político”, sostiene el joven, que se emociona al recordar a los músicos con los que se formó en su tierra natal.

“Lo que sí puedo decir es que esta situación supera todas las diferencias que podamos tener y lo que sí queremos todos los venezolanos es paz y democracia”, concluye.

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