Emigrar legal a Panamá

Dicen que no califico para emigrar legal a Panamá… ¿Quieren destruir mis sueños?

Pedirle consejo a otra persona implica muchas cosas. Por ejemplo, que reconoces en ese otro ser humano algunas cualidades o características que podrían ayudarle a darte la respuesta más conveniente para ti, de acuerdo a tu situación personal específica. Implica también el riesgo de obtener como respuesta algo muy diferente a lo que esperabas, con la consecuente molestia o frustración que tal “ironía del destino” suele generar.
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Mi abuela siempre decía que quien pide consejo muchas veces solo acepta como respuesta aquello que quiere escuchar. Cada vez que recuerdo esas palabras me pregunto qué sentido tendría tal indagación en las experiencias o conocimientos de otra persona, si después no sabes agradecerle por haberse tomado la molestia de ser honesto y, además, lo vas a convertir en tu enemigo por no apoyarte en algo que le parece una locura, aun cuando fuiste tú quien le preguntó lo que pensaba. Razón tenía Thomas Hobbes, el filósofo inglés que escribió el Leviatán, cuando dijo: “Los que aprueban una opinión, la llaman opinión; pero los que la desaprueban la llaman herejía”.
También parece que se olvida con mucha facilidad que los consejos (personales o profesionales) están basados en las experiencias y opiniones de quien los emite. Vale la pena recordar que por un lado están los “hechos”, que terminan siendo algo así como los sustantivos, pues no implican una “calificación” (por ejemplo: emigrar, la situación del país, el monto que refleja la factura de la electricidad, el costo de la gasolina); y por el otro están las “opiniones” o percepciones sobre cada una de esas realidades o hechos (por ejemplo: emigrar es bueno, emigrar es malo, emigrar es positivo, emigrar es triste, emigrar es difícil, emigrar es fácil, emigrar es costoso, emigrar es barato, etc.)
Por supuesto, todas las opiniones merecen respeto, pues son la evidencia de esa misma individualidad que la humanidad ha defendido históricamente hasta con guerras. Por supuesto que las opiniones se comparten o no se comparten, pero siempre, siempre, se respetan.
Hago estas reflexiones después de haber observado en redes sociales una situación que ha llamado mi atención. Resulta que, a partir de un grupo de Facebook que abrió mi esposo para compartir información sobre temas migratorios, muchas personas nos han preguntado sobre las posibilidades que tendrían de emigrar legal a Panamá. Eso está muy bien, pues además es la idea originaria de esa comunidad virtual: extender una mano amiga y servir de espacio para la integración entre culturas.
De hecho, son miles las personas de diferentes nacionalidades que se han puesto en contacto con nosotros, y a quienes hemos asesorado para que realicen con éxito y de manera legal sus trámites migratorios; y entre quienes hemos promovido (entendiéndolo como una prioridad) la importancia de exhibir una actitud respetuosa y agradecida hacia Panamá y, muy especialmente, hacia los panameños.
Sucede que algunas de estas personas tienen limitaciones para vivir o trabajar en este país centroamericano; bien sea porque su profesión está restringida para optar a la visa de profesional extranjero; porque no tienen la nacionalidad necesaria para acudir al convenio de países amigos; porque no tienen posibilidades de solicitar el visado de inversionista, etc. En esos casos, la única respuesta que podemos darles es que no califican para emigrar a estas latitudes.
Por cierto, si te interesa saber si calificas o no para ir de forma legal a Panamá, puedes contactarnos por este formulario en su blog
Como consecuencia de la situación que les describo, ¡oh, sorpresa!; la descarga de “odio” traducido en ofensas de todo tipo, descalificaciones y hasta amenazas de parte de algunos de ellos se ha desbordado. Y no quiero ni siquiera suponer que la grosera reacción pueda deberse a la sospecha de que desmotivar a otra persona nos proporciona algún tipo de mórbido placer. De verdad no creo que la locura colectiva haya llegado a tanto.
De paso, para terminar de completar una escena que debe ser apreciada en toda su dimensión y no como una acumulación de perspectivas; quienes escriben buscando ¿apoyo moral? para venir a Panamá a infringir la Ley, lo hacen públicamente a través de las redes sociales… ¿Acaso soy la única que se pregunta qué puede sentir un hermano panameño al leer que otras personas quieren venir a su país con la deliberada intención de irrespetar las normas?
Se entiende perfectamente que la situación política, económica y social actual en Venezuela es tan terrible, que muchos creen estar preparados para hacerle frente a cualquier adversidad en un país distinto, con tal de salir huyendo de la tragedia que significa vivir en una sociedad en la que se perdió todo tipo de certeza, de esperanza, de futuro. Pero aquí es cuando aplica la sabia conseja de no tomar decisiones importantes cuando estás muy molesto o deprimido.
Si tienes pensado emigrar a Panamá porque realmente el país te gusta, conoces gente que te ha hablado muy bien de la calidad de vida que se disfruta aquí, te has documentado por internet sobre su crecimiento económico y prosperidad o simplemente porque “te da nota” su cultura o sus hermosos paisajes; lo último que deberías hacer es algo que te impidiera lograr esa meta o, peor aún, algo que convierta tu sueño en una pesadilla.
Imagina por un momento que entras a Panamá como turista, decides quedarte ilegal y buscar trabajo “de cualquier cosa” mientras reúnes el dinero para contratar un abogado que te asista con tu regularización migratoria. Lo primero que debes saber es que, en esas condiciones, ganarás muy poco dinero y la tan anhelada calidad de vida que querías alcanzar se convertirá en un día a día de muchos sacrificios para cubrir tus gastos básicos.
Lo segundo, y quizás más importante a tomar en cuenta, es que el Servicio Nacional de Migración de Panamá constantemente realiza operativos en empresas y locales comerciales para verificar la legalidad de los trabajadores, que pueden terminar en la posible deportación de las personas que estén incumpliendo la Ley.
No estoy muy segura pero la lógica me lleva a pensar que después que te deportan de un país debe ser bien complicado que te dejen entrar nuevamente (además siempre vas a cargar con esa “raya”). Entonces, ¿vale la pena arriesgarte a la penosa situación de ser obligado a regresar a Venezuela en esas circunstancias?, ¿estás dispuesto a perder la oportunidad de tener una vida mejor en Panamá en el futuro cercano, por el apuro (a veces irracional) de venirte antes de reunir los requisitos para hacerlo legalmente?
Imaginemos por un momento que tienes una amiga, por quien sientes aprecio sincero, que está pasando por una situación muy difícil viviendo en casa de sus padres, porque tiene serios problemas de convivencia con ellos y sus hermanos. Sin posibilidades de mantenerse por sí misma debido a la mala situación económica que atraviesa, la chica decide casarse con ese apuesto y acomodado caballero con el que tiene tres meses saliendo, aún sabiendo que no está completamente enamorada y que ni siquiera le conoce lo suficiente; pero ella ve en él una tabla de salvación desesperada para poder “salir de su casa”.
Ahora bien, si esta amiga te pidiera consejo sobre lo que debe hacer… ¿le dirías algo así como “claro vale, cásate. Después tendrás tiempo de enamorarte, lo importante es que salgas de tu casa ya”? No lo creo. Y al darle un consejo diferente no estás queriendo frustrar sus sueños, estás tratando de evitar que termine peor de lo que está ahora, pues producto de su actual desesperanza, quizás haya perdido un poco la claridad y la objetividad (tan necesarias a la hora de tomar decisiones importantes en la vida).
Algunas voces se han levantado para decirnos que “lo que tenemos que responder” es que sí pueden venir, que sí es posible conseguir trabajo sin papeles ni permisos, que “nuestro deber” es dar ánimos y sembrar esperanza en los corazones de quienes solo cuentan con sus ganas de luchar y una maleta cargada de sueños; que no tenemos derecho a decirles que permanezcan confinados al terror de vivir en Venezuela solo porque no tienen suficientes dólares, que ellos también tienen derecho a irse, que “¿cómo puede ser ilegal luchar por tus sueños?”; entre otras cosas más.
No dudo que la metáfora del equipaje sea hermosa, pero lamentablemente no sirve para contratar abogados, pagar alquiler, comprar comida y acudir al médico. Suena muy duro pero esa es la principal característica de la vida del inmigrante: ¡es dura! Entendemos la necesidad y los deseos que tienen muchos venezolanos de irse de su país y no pretendemos decirle a ninguno que no puede emigrar (todo lo contrario, ojalá que todo el quiera o necesite irse, pueda hacerlo). Pero sería muy irresponsable de nuestra parte promover actitudes o hechos poco cónsonos con la Ley.
Nuestra intención no es menospreciar los deseos de superación de nadie, ni sus ganas de trabajar, pero nuestra posición es firme: Quien no cumpla los requisitos para venir a Panamá legalmente, debería evaluar la posibilidad de otros destinos en los que sí pueda hacer las cosas bien, porque definitivamente no vale la pena estar ilegal, ni aquí ni en ningún país del mundo.
Lo mismo pasa con el tema sensible de traerse a las mascotas. Hace poco ofrecí un consejo que me solicitaron sobre las posibilidades de emigrar con un perrito. La muchacha que me hizo la consulta estaba ahorrando algunos dólares con mucho sacrificio por lo que necesitaba “estirarlos” al máximo, además no tenía oferta de trabajo y, faltando pocas semanas para su viaje, aún no había conseguido dónde vivir aquí en Panamá.
Le aconsejé que dejara a su mascota en Venezuela, pues es posible que resulte más difícil conseguir hotel durante los primeros días o una habitación para alquilar, en la que el dueño de la propiedad acepte al animalito y eso podría complicarle su situación. No digo que sea imposible, solo me parece que es más peliagudo.
Recuerdo haberle preguntado si había considerado todos los factores asociados a la decisión de traer consigo a otro ser vivo que dependería totalmente de ella. Por ejemplo, los costos de la medicina veterinaria y de sus alimentos, así como sus necesidades de paseo, ejercicio, compañía, etc. Su respuesta fueron dos “ojos pelados” y un ceño fruncido, así que le sugerí que dejara al perrito con alguien más o, si no tenía a nadie que se hiciera cargo, que pensara en la posibilidad de darlo en adopción pues, dadas las condiciones en las que se venía, podría resultar una dificultad adicional para establecerse tranquilamente en Panamá.
Yo sé cuánto duele que alguien te diga esas cosas. En Venezuela dejé a tres peludos que significan muchísimo para mí, pero las decisiones difíciles (como emigrar) suelen tener este tipo de efectos colaterales y es nuestra responsabilidad asumirlas también. Lo que realmente me pareció exagerada fue la desafortunada reacción, no solo de la dueña del perrito, sino de otros que aprovecharon la conversación para tratar de dejarme claro que soy una “desnaturalizada sin corazón que no tiene derecho a condenar a un pobre animalito que sí tiene quien lo quiera”.
No sé si hay variables que no estoy considerando, pero creo que algo así como: “Gracias por tu consejo, pero estoy dispuesta a hacer lo posible y lo imposible para llevarlo conmigo. Espero poder contarte en el futuro cómo lo hice para que veas que sí se puede. Saludos”, habría sido suficiente para demostrar habilidades y cualidades de ciudadanía. Obviamente, se trata solo de mi opinión.
De cualquier manera, y como según Ugo Foscolo, “el uso de las facultades que me concedió la naturaleza es el único placer que no depende de la ayuda de la opinión ajena”, pienso seguir aportando mi granito de arena para ayudar a todo el que quiera ser ayudado, dentro de mis posibilidades.
Me despido recordando palabras del genial Oscar Wilde: “Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor”.
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Recuerden también que si necesitan ayuda para emigrar, pueden contactar a mi esposo a través del formulario de su blog y él con gusto los asesorará, e incluso les recomendará unos muy buenos abogados de migración.